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Una bomba en el sofá

Aunque la bomba supuestamente involuntaria que ha reducido a cenizas un hospital de Kunduz, Afganistán (con sus pacientes, doctores y enfermeros) ha destruido un bien precioso creado por Médicos Sin Fronteras, organización de la que soy colaborador, prefiero no tomármelo como una cosa personal, porque entonces gritaría y patalearía como un energúmeno y, bien mirado, es una imbecilidad menor, un crimen venial, comparado con la radical estupidez que caracteriza nuestras intervenciones en el mundo árabe (y musulmán) desde hace años ¿A quien sirve esta estrategia que parece demente pero que, tal vez, no lo es? Francamente, no lo sé, pero a nosotros ciudadanos de aquí, nada de nada.

Las oleadas de refugiados que se abalanzan sobre nuestras fronteras es el resultado de haber destruido, a conciencia, varios estados empezando por Iraq y, antes, por Afganistán, de donde no sólo salimos por piernas, sino que va a ganar, de nuevo y por la fuerza de las cosas, un frente talibán o algo que se le parezca mucho: les va la marcha y si no lograron dominarles ni ingleses ni rusos, que tienen más pelotas, no van a lograrlo los pollitos de West Point. Lo más prudente era dejarlos a su aire. No lo hicimos. Tampoco nos abstuvimos de intervenir en Libia o en Siria, donde la situación es ahora peor, mucho peor, que con los tiranos respectivos al mando.

Sólo faltaba, en ese mundo devastado, que los rusos se pusieran a bombardear posiciones no exactamente islamistas, cierto, pero es lo mismo que hace Turquía en su frontera: más que integristas, le gusta matar kurdos que, por cierto, son las únicas tropas de a pie que combaten eficazmente a los de la bandera negra. Los chinos han mandado, también, unidades de su Marina al Mediterráneo Oriental, por si han de heredar alguna cosa del agonizante. Parece que los dueños del mundo vuelven a considerar la guerra a gran escala una inversión interesante y han creado una bolsa de caos que va de la frontera oriental argelina a Siria y más allá: una bomba descomunal bajo nuestras partes blandas.

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