Próximo el 9 d´Octubre, se presenta en Valencia, Societat Anònima. Els valencians, els diners i la política, libro en el cual el autor, Vicent Flor, hace una documentada crítica a los hechos más significativos de la realidad valenciana de los últimos tiempos desde una posición valencianista y progresista. Su crítica al pasado reciente nos muestra el camino recorrido, lo que permitió a Winston Churchill en su tiempo, afirmar con su habitual socarronería, «ya no somos fustigados ni maltratados como solíamos, los grandes tiempos han pasado». Es decir, en nuestro caso, es la crítica certera la que viene a abrirnos los ojos. Hoy, cuando vemos a los Gobiernos europeos, y al nuestro en particular, dudar sobre lo que está establecido por la Ley del Derecho de Asilo, y cuestionar, un día sí otro también, el número de asilados a los que debemos dar refugio, sólo la presión popular, y también, por momentos, la visión interesada de Angela Merkel, nos permiten ir más lejos y aliviar las consecuencias que una política más restrictiva hubiera podido tener en nuestra propia consideración jurídica, política y moral. Con el tema de las elecciones catalanas ha pasado otro tanto, el poco entendimiento entre las partes ha derivado en una situación encrespada al hacer oídos sordos a las propuestas de comprensión. Por nuestro lado, cuando el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia y el Arzobispo de Valencia toman posición, opuesta a la independencia, en tema que puede considerarse ajeno, si bien próximo, sorprende su aparición, que en el segundo de los casos alcanza hasta a sus hermanos de la Conferencia Episcopal Tarraconense.

En esta línea de cosas queremos recordar aquí que cuando el conseller de Justícia de la Generalitat catalana, Germà Gordó, ofreció el posible reconocimiento de su propia nacionalidad, a aquellos valencianos que, en su caso, la pudieran solicitar, sus palabras fueron desoídas, cuando no desautorizadas, con contadas excepciones. Pero, ¿qué ofensa comete quien, aún confundiendo nación con lengua, ofrece el reconocimiento de un derecho, el de compartir su nacionalidad, con aquellos quienes, con las matizaciones que se quiera, comparte lengua e historia? Aquellos que, en su caso, no desearan disfrutar de ese hipotético derecho, y ello no debe suponer ningún desdoro ni determinismo al respecto, bastaría con que no lo solicitaran.

Pierre Vilar, ya en 1927, señalaba la importancia de los hechos nacionales bajo las estructuras de Estado. Y recomendaba, en su análisis, que cada uno se preguntara a sí mismo, al igual que se cuestiona, La belle Hélène, ¿qu´est-ce que je suis?, ¿qué soy yo? De este modo, los valencianos, cada uno de nosotros, debiéramos contestarnos, ¿qué somos nosotros? Algunos identifican Estado con nación y no admiten más nación que la del Estado, aún cuando la Constitución del 78 sí que habla de nacionalidades (sic); otros lo hacen con patria, y también quieren identificarla con el Estado, sin embargo nuestro Himne de la Coronació de la Verge dels Desamparats, cuando habla de patria, no la asocia con Estado, sino con nuestra gente, «La pàtria valenciana s´ampara baix ton mant». Somos españoles, ciudadanos del Estado español, pero históricamente, ¿acaso no estamos más próximos a catalanes y a mallorquines que a los castellanos? Así cabe entender a Azorín cuando en su discurso, «Una hora de España», manifiesta, «Cataluña es Valencia y es Alicante, y es Mallorca». De este modo, ¿por qué mantener el precepto constitucional que impide la federación de autonomías cuando el número de éstas alcanza las 17?

Con estos antecedentes, Valencia, que tiene su propia idiosincrasia, como señalaban, Damià Mollà y Eduard Mira, en De impura natione, o Joan Francesc Mira en, Crítica de la nació pura, se esté más de acuerdo con unos o con el otro, tiene pendiente contestarse, ¿qué somos, adónde vamos nosotros? Sin duda, tener presente el conocimiento de nuestra historia, repasar de dónde venimos nos ayudará en la respuesta, pero se hace necesario articular cuanto antes un proyecto estratégico de ciudad y país para el siglo XXI.