El que no corre, vuela. En estas páginas nos hemos desayunado que el insigne Rodrigo Rato cobraba verdaderas fortunas por asesoramientos verbales. Su tarifa era, calculan, de unos 40.000 euros al mes. El oyente que se lo abonaba gustosamente, un pagano ahora en la cárcel por blanqueo de capitales, era curiosamente un inversor que a su vez orientaba a Bankia sobre suculentos contratos de publicidad. Es un poco de lío, pero para entendernos todo quedaba en casa. A veces me planteo vivir del cuento y hacer de don Rodrigo, pero solo consigo que me paguen algún almuerzo por descifrar un complicado recibo de la luz o por aconsejar, a un amigo de la infancia, si debe divorciarse o lo deja para la otra vida.

Los piquitos de oro de las finanzas le sacan partido incluso a una simple conversación. Ahí tienen al portavoz popular de la comisión de Economía del Congreso, Vicente Martínez Pujalte „que alguna vez fue diputado por Valencia„ quien también tiene esa habilidad innata de sentarse en un bar, hablar con un señor un rato (con perdón) y endosarle una minuta desorbitada. Este aguerrido parlamentario le dictaba oralmente las recomendaciones a su cliente, investigado ahora por la Fiscalía Anticorrupción, sobre cómo obtener unas adjudicaciones eólicas en Castilla y León. Una de las dueñas de esa empresa es compañera de pupitre, digo de escaño, del propio Pujalte. El duro defensa de la bancada popular asegura, palabra de honor, que tributaba por esos ingresos extras y que eran compatibles con su cometido político. ¡Qué envidia! Un buen consejo a bocajarro y a vivir tan ricamente.

Al parecer, Pujalte heredó el chollo del que fuera diputado del PP por Alicante, el exministro Federico Trillo. El ahora embajador en Londres se embolsaba anteriormente por las asesorías verbales, según filtraciones periodísticas, una pasta gansa. En inglés le llaman coach y es hacer de Mourinho (o de Karanka) con un dócil empresario con ganas de soltar la mosca en cuanto abres la boca y que te abona la iguala correspondiente sin rechistar. Nada de anticuados informes farragosos en papel que se pierden y se traspapelan. Todo de viva voz.

Más oráculos de postín: por su novia, en declaraciones leídas en este diario, nos hemos enterado de que el castellonense Carlos Fabra, actualmente en prisión, comía y platicaba con Rajoy en Madrid. Cuando Camps cayó en desgracia, en plena charla distendida, el actual reo le susurró al oído de Mariano el nombre del otro Fabra para nuevo presidente de la Generalitat. Por lo visto, aquella escuchita funcionó. Está muy claro: urgen asesores verbales o consultores de cafetería sin escrúpulos. Los necesitan empresarios podridos de dinero que no saben cómo contratar con la administración pública si no les echa una manita el parlanchín de turno. La italiana Mina lo decía cantando «Parole, parole».