En los últimos días ha vuelto a pasar, más o menos, lo que pasó hace una semana. El sudeste se ha vuelto a ver sorprendido por la no lluvia o, por decirlo mejor, por una lluvia menos intensa de lo esperado, de lo esperado por algunos cabría decir. Desde hace 16 años intento hacer pronósticos en una emisora local sin pretensiones de infalibilidad, porque me gusta más ser analista que «predictor», es decir, hacer como los economistas, que no son capaces en su mayoría de decirnos cuándo se nos va a venir encima la siguiente crisis, pero que nos explican muy bien por qué ha llegado y qué debemos hacer para salir de ella. Analizar te ayuda a predecir, porque aprendes de situaciones pasadas que te muestran los mapas para intentar verlas en mapas del futuro, pero eso tiene una pega. Los mapas del pasado son reales, analizan todas las variables que de verdad pasaron, y los que te muestran los modelos del futuro no lo son y muestran además divergencias, según el centro que los elabora, especialmente los dos principales: el europeo ECMWF y el americano GFS. Una semana más el segundo le ha ganado la partida al primero en la distancia corta y marcaba claramente que la lluvia iba a quedar casi toda en el mar, mientras que el primero insistía en lluvias en tierra que dieron lugar a avisos incumplidos por parte de Aemet. Podría haber sido al revés, pero eso no es lo importante. Uno siempre se pregunta si los centros oficiales tienen más información que tú para decretar estos avisos de colores, y cuando se da cuenta que distintos aficionados y «predictores» disidentes no son ni mejores ni peores en ver venir estas situaciones siempre complicadas del Mediterráneo, no sabe si alegrarse o preocuparse. Mi pronóstico particular y el de otros muchos se acercó más a lo que acabó pasando que lo que marcaba Aemet y las predicciones automáticas, y eso que no fue ni mucho menos exacto, que también tuvo errores. Lo más preocupante de todo esto es que para mí los errores son una muestra más de la imprevisibilidad de la naturaleza, pero para otros son una clara muestra de que una humana mano negra controla el clima. Lo que ya me resulta exagerado en la exigencia de acierto es que un habitante de la alicantina Marina Alta se quejase de haber acumulado 40 litros en todo el jueves cuando Aemet habían dicho que le podían caer en una hora. Eso es pedir demasiado.