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La pija y su novio

El acontecimiento más novedoso de casi cuarenta años de democracia es la aparición en la derecha de un serio competidor del PP: Ciudadanos. Eso y la ruptura del bipartidismo, que se produjo, gracias a Dios, poco antes. Antes, incluso, el Parlament de Cataluña ya tenía una composición típicamente europea, con cinco o seis partidos representados. Pero Cataluña siempre ha ido por delante de la balsa de piedra con la proa en Santiago que a veces llamo España y otras Iberia. Es su sino, el sino de Cataluña: enseñarnos a fabricar sonetos o el arte de trovar al modo de Provenza; un sino que, por descontado, no entiende el PP. Ni Artur Mas, dicho sea de paso.

Eso quiere decir que no esperen en el conjunto de España unos resultados para Ciudadanos equiparables a los de Cataluña: serán un poco o bastante más bajos, pero quizás no mucho, y al PP el miedo „el miedo a no tocar bastante poder„ le puntea el espinazo. En su nerviosismo, el PP ha tratado de convencernos de que, según sus estatutos, Ciudadanos es un partido de centro izquierda, dentro de la tradición socialista. Los estatutos pueden decir misa, pero en Portugal hay un partido socialdemócrata que es más de derechas que don Manuel Fraga. Basta ver un momento al estado mayor de Albert Rivera „aún sin corbata„ para saber que es la clase de yerno por el que suspiran las suegras con aspiraciones.

Inés Arrimadas, triunfadora españolista en Cataluña, tiene un novio de Covergència. El amor es ciego, por supuesto, pero ¿se imaginan a Dolores de Cospedal en una coyunda, aunque sea para un arreglo de poco momento, con un abertzale, incluso sin antecedentes? Inimaginable. Lo significativo del novio de Arrimadas no es su catalanismo, sino ese aire común de buenas familias, sea eso lo que sea, que nadie lo sabe. Tampoco esperen que Podemos se deshinche en España como en Cataluña: es poco probable y el conjunto de España carece, para bien y para mal, sobre todo para bien, de la obediencia coreográfica tan propia del catolicismo jansenista de Cataluña.

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