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Desmontando a Cañizares

Para Platón la edad era sinónimo de calma y paz. La senectud, el ciclo vital previo a la vejez, debía condensar las virtudes de la experiencia. La desobediencia y el arrebato habían de vincularse a la juventud o la pubertad. No tendrían pues que explorarse jardines innecesarios por parte de personas maduras y sin embargo hay náufragos que necesitan un bail out, un rescate marino en jerga marinera anglosajona. Rescaten al cardenal Cañizares de las aguas de su tormenta perfecta por un ataque de sinceridad infantil, por un exceso de locuacidad o simplemente por un resbalón.

Agravio. Hay quien mete la pata por maquiavelismo o porque no es capaz de calibrar la reacción, medir adecuadamente la profundidad, la crudeza o la trascendencia de su discurso. Sucede por mal cálculo, por ignorar los parámetros geográficos o temporales, por olvidar lo que se representa o ante quien se ha de responder. O por la descontextualización del yo „lo que indica que se tiene un concepto mágico de uno mismo„.

Con la edad debería ganarse prudencia, un mejor manejo de la topografía y sabiduría en suma pero, en ocasiones, no es así.

Lapsus o discurso. Con su discurso en el Foro de la Nueva Economía el cardenal, pastor de los católicos valencianos y jefe de su archidiócesis, se desmarcó del dictado de la Conferencia Episcopal, del mensaje oficial vaticano y de la doctrina social de la Iglesia. Así se lo ha recordado su jefe, Ricardo Blázquez, a monseñor «todo charco». La reconvención demuestra que ni siquiera la Iglesia „y menos ella„ es una organización monolítica, por suerte. Monseñor Cañizares, de un plumazo, enterró además el sacrificio ejemplar de miles de misioneros y del drama de los cristianos perseguidos. La altisonante alerta sobre la condición sospechosa de parte de los refugiados y su hipotética condición de troyanos en esta Europa „algo que plantean desde Viktor Orban hasta la Ferrusola„ ha provocado una reacción seguramente no buscada. La inopinada irresponsabilidad o la malversación de sus palabras „habitual en otras ocasiones„ le han otorgado a don Antonio un gran eco mediático.

Corrección política. Las palabras de monseñor Cañizares suelen ser provocadoras, incompatibles con la realpolitik y con los cánones del cambio. Sería ingenuo pretender que el jefe de la Iglesia valentina adapte su prédica dominical en función de quien gobierne, y menos ahora. No obstante „pasa cuando un sacerdote desborda los límites de lo espiritual„ el utielano descarrila. Porque una cosa es que su reino no sea de este mundo y otra que sus postulados se alejen del sosiego que se le presume a quien atesora conocimiento humano y corrección institucional. Por eso, sin duda, ha llegado lejos en la prelatura. Pero monseñor, con el tiempo, parece que gana desparpajo y pierde rubor, virtudes que descolocan a la feligresía.

Cambios. El reloj de la historia ha traído nuevas interpretaciones sobre certezas intocables. En algunos casos con irreverente mal gusto, políticos con representación no sólo han hecho gala de su legítima aconfesionalidad sino que además se sienten cómodos en el anticlericalismo. Por no hablar del drama del relativismo. Cierto es que a Cañizares se le debe exigir más que a los Willy Toledo de turno. Pero si eres concejal de Podemos, te llamas Zapata y te ciscas en la memoria de las niñas de Alcàsser o bromeas con el destino de Irene Villa, pelillos a la mar. Ahora bien, como seas cura y resbales, prepárate para tu Gólgota particular.

Ni el Papa. Desmontando a Cañizares, puede que pretendiera alertar a los gobiernos „el actual y el que le suceda„ para que se apliquen en separar el grano de la paja ante la hipotética infiltración de elementos peligrosos camuflados entre tantos seres humanos que huyen „precisamente„ del terrorismo y la desesperación. Desdecirse de determinadas afirmaciones ha sido un buen primer paso. Evitar nuevos charcos sería un buen segundo. No debe ser el prelado ni el jefe de la oposición ni el encargado de cavar la primera trinchera para defender la unidad de España y protegernos de otras plagas, a cual más letal. Algunas plegarias no las comparte ni papa Bergoglio ni la mayoría de mortales de por aquí.

Demagogia. Con la inmigración, en cualquier caso, suele practicarse la demagogia sin fronteras. Unos fomentan el miedo al diferente promocionando los más bajos instintos. Otros pretenden que cualquier política de control lógico por parte de una nación civilizada es poco menos que xenofobia. Si además se puede usar a un grupo de sirios como photocall, pues miel sobre hojuelas. Con sus palabras, lo que de verdad ha sucedido con Cañizares es que ha acabado dando la razón a los sindicatos, que nos quieren jubilar a todos a los 65 impidiendo que quien se mantenga en plenas facultades pueda alargar su vida profesional hasta los 70 y más allá.

EL CENTRO

Cañizares sería como el arma secreta de Rajoy para volver al centro. La existencia de extremos modera a las marcas preexistentes. Aquí somos mayoritariamente de centro, ese amplio círculo espectral donde la izquierda se desregula y la derecha se socializa. El centro tiene riesgos „la Tatcher ya dijo que es el lugar donde te pueden atropellar en ambas direcciones„ pero todos lo pretenden. Albert Rivera se está llevando las gallinas centristas sumiendo en la desesperación al PP. Lo que Rajoy todavía no ha visto es el cambio en el paradigma de esta España fragmentada. Rajoy no quiere debatir en TV, no quiere verse con Ximo Puig, no quiere hacer política? Rajoy vende la economía con alma demasiado tarde, inaugura pantanos en el Ebro, puentes atlánticos y viajes a Bruselas. Es una opción ignorar el rifirrafe, ponerse la escafandra de gobernar y allá películas. Pero eso se hace si vas ganando. Y lo que se intuye es a un PP nervioso camino de morir en la playa sin desfilar en París.

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