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El coche del futuro

Escuché en la radio que ya estamos en el futuro de la película Regreso al futuro 2: octubre de 2015. El programa dejó una línea abierta para que los oyentes dijeran en qué les había defraudado la anticipación. Había acuerdo en lamentar que los coches siguen sin volar. Y sin lanzar por el tubo de escape gases inocuos ¿Le extrañan a alguien los embotellamientos de Madrid, mucho más regulares y metódicos que los intentos de someter al tráfico? Pues hay gente tan sorprendida que incluso culpa a la alcaldesa Carmena del chocho, aunque lleve cinco meses en el cargo y sea imposible construir (o demoler) en ese tiempo las variantes, rotondas, accesos y otras invenciones que, en décadas, han tratado de hacer más benigno el infierno rodado.

Esta saga no es ninguna gran cosa, pero en el futuro de mi padre había un Mercedes, aunque el pobre se murió antes y ese futuro que ya es mi pasado, alcanzó para un Wolkswagen, el mío, justo cuando la tecnología alemana ya no es alemana y ha empezado a parecerse a la americana en obsolescencias (programadas) y otras triquiñuelas. Pero el coche es parte de nuestra mitología de traslación libre e instantánea (luego las cosas se complican, pero así son las mitologías) y si vuela o se desmaterializa para recomponerse después, en el futuro o en otro lugar del espacio-tiempo, pues mejor.

Curiosamente, otra cosa que el público echaba de menos eran las zapatillas deportivas que se anudan solas, parece que hay una marca a punto de lograrlo. Pero atarse bien las botas forma parte del proceso de hominización y no es una carga, sino un honor, aunque hay límites: por ejemplo, esos absurdos botones de metal en braguetas rígidas y ceñidas como las de los tejanos. Todos preferimos la tecnología fulgurante de la cremallera, aunque por hallarse tan cerca del escroto, a veces crea problemas en los pasos a nivel. Queremos vivir en Madrid y en el campo (a la vez), tener transporte propio y tenerlo todos y, como decía León Trotsky, cada época encuentra el modo peculiar de practicar la hipocresía.

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