Cuando te atacan, el silencio es la respuesta más dura. En mi caso, el silencio es rentable». La frase es de Ángel María Villar, el que como jugador del Athletic, en el que era conocido como Txulen, llegó a ser internacional en 22 ocasiones gracias a un trabajo oscuro en el centro del campo y sin que en San Mamés se le recuerde un pase adelante... salvo para pegar aquella bofetada a Johan Cruyff en un partido ante el Barcelona en marzo de 1974. Del silencio ha hecho Villar un arte que le ha llevado a ser hoy en día, a sus 65 años, el hombre con más poder en el fútbol mundial: presidente de la Federación Española desde 1988; vicepresidente primero de la FIFA y de la UEFA, organizaciones ambas que tienen suspendidos a sus respectivos presidentes, Joseph Blatter y Michel Platini, por parte de su Comité de Ética; presidente de la Comisión de Arbitraje también de ambos organismos; miembro de sus comisiones legales y, desde el pasado martes, presidente del Comité organizador de la Copa del Mundo de Rusia en 2018.

Pues bien, ese dar la callada como mejor respuesta, como en su desafío al Gobierno español cuando éste le reclamó sin éxito la auditoría de las cuentas de la Federación de 2013, puede convertirse ahora en el principal arma en contra de Villar, investigado por parte de sus propios compañeros de la FIFA al ritmo que marcan el FBI estadounidense y la fiscalía suiza. La investigación sobre Villar ya está cerrada y el expediente está en la mesa del alemán Eckert, presidente de la cámara de resolución, la misma que ha inhabilitado provisionalmente por 90 días a Blatter y Platini por un pago de dos millones de euros no explicado y que ahora debe pronunciarse sobre Villar y el alemán Franz Beckenbauer.

El FBI, la fiscalía suiza y ahora la FIFA quieren que Villar les explique su papel en la concesión de los mundiales de 2018 a Rusia y de 2022 a Qatar. Y quieren saberlo porque Txulen, chulo como sólo puede serlo un tipo de Bilbao, se negó en su día a colaborar en las pesquisas de Michael García, el fiscal neoyorkino que contrató la propia FIFA para limpiar sus cañerías y establecer si hubo irregularidades en dichas elecciones. Villar y Beckenbauer fueron los dos únicos miembros de la FIFA que se negaron a responder a las preguntas de García. El alemán ya fue inhabilitado por ello, pero rectificó y cuando lo hizo se le levantó la sanción. Con Villar nadie se atrevió entonces.

Haría bien Villar, en todo caso, en no pasar por alto un dato: diez de las 24 personas que participaron en la votación celebrada en Zúrich el 2 de diciembre de 2010 para elegir las sedes de la Copa del Mundo de 2018 y 2022 han sido suspendidas o inhabilitadas por la propia FIFA; otras siete, contando a Villar y Beckenbauer, están bajo investigación o a la espera de resolución. Para encontrar el destino de los votos no hay más que seguir la pista del dinero. Y ese es el objetivo de fondo de la investigación. La fiscalía suiza tiene una lista que supera el centenar de transacciones «sospechosas».

¿Podrá Villar seguir haciendo del silencio su respuesta más dura? No parece por mucho poder que atesore.