Era inevitable. Hemos chocado contra los agravios comparativos entre distintas zonas del territorio español. La distribución de los impuestos amparada por la Constitución difiere en el País Vasco y Navarra con respecto al resto de España. Allí se denomina concierto y convenio económicos, respectivamente. Tiene su origen en el sistema foral y se resume en que las cuatro diputaciones cobran la mayor parte de los impuestos y después los destinan, parcialmente, para que los gasten en esos territorios o van al Gobierno central. La parte que va a Madrid desde el País Vasco es el cupo y la de Navarra se llama aportación. En ambos casos todo indica que es inferior a la que debería ser. Es un sistema de privilegio que irrita a los demás. La revisión que plantea Ciudadanos, las reservas y el desafío catalán, han provocado la salida en tromba de los presidentes del País Vasco, Íñigo Urkullu, y de Navarra, Uxue Barkos, para preservar sus derechos afianzados en la Contitución de 1978. El PP y el PSOE se han apresurado a cerrar filas con vascos y navarros. Los expertos dicen que el sistema público soporta esta discriminación porque un 93 % de los españoles no puede disfrutar el privilegio del que goza el 7 % que constituyen los vascos y navarros adscritos al sistema foral.

El PP de Mariano Rajoy pierde expectativas y el PSOE de Pedro Sánchez no se sabe si sube o baja. Son los partidos emergentes de Mónica Oltra, Albert Rivera o Pablo Iglesias quienes se disputan el papel de trazar una nueva era. Los poderes fácticos maniobran para mantener el statu quo de quien manda sin presentarse a las urnas. La caverna conservadora valenciana de Isabel Bonig augura una vigencia escasa a la coalición gubernamental de centro-izquierda que, en el mejor de los casos, según ella, llegaría a tomarse los turrones en Navidad. Que no se haga ilusiones, porque los nuevos gestores han venido para quedarse. Lo que no tiene ningún porvenir es la necedad, la injusticia y el latrocinio. El horizonte electoral del 20D ha eclipsado los resultados del 27S en Cataluña, cuando el equilibrio de poder sigue en la frontera de lo incierto. Nada será igual en la política española con Artur Mas y Convergència asediados y condenados a pactar.

Los privilegios vascos y navarros constituyen la prueba de que no todos los españoles somos iguales ni ante la ley ni por el trato recibido. La patria está allí donde se vive bien. Hay un hecho incontrovertible: cualquier ciudadano del Estado español preferiría vivir en esas zonas favorecidas, con su tratamiento fiscal específico que permite gastar más y mejor, donde los ciudadanos que los disfrutan gozan de envidiables servicios. Navarra para 2016 tendrá una tasa de paro del 10 % mientras la Comunitat Valenciana se sobrepasa el 22 %. Esta situación no es nueva ni se ha originado con la crisis económica que se inició en 2008 y que todavía tiene recorrido. No es cierto que los catalanes pretendan ventajas distintas de las de otros territorios del Estado español, porque si disfrutaran de las condiciones de vascos o navarros „amejoramientos reconocidos en la Constitución„ la situación conflictiva del contencioso territorial que se vive en España, o no existiría o discurriría por cauces más asimilables. Es penoso el espectáculo español en el concierto internacional ante la controversia soberanista que avanza a no se sabe dónde, sin que nadie sea capaz de reconducirla con sosiego y sabiduría. Faltaba el revolcón de Bruselas a los presupuestos preelectorales de Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, aprobados por el Partido Popular y UPN en el Congreso.

Los valencianos estamos en una situación crítica, en el campo económico-financiero, acrecentada por la impertinencias y los desplantes del ministro de Hacienda y de su secretario, Antonio Beteta. Las consecuencias electorales de esta actitud van a ser desastrosas para el Partido Popular en la Comunitat Valenciana, pillado entre la responsabilidad del caos actual en las cuentas autonómicas y la actitud displicente de sus agentes políticos en la Administración central del Estado, con Rajoy a la cabeza. Si vascos y navarros quieren conservar sus ventajas forales y los catalanes luchan por salir del agravio que les lastra, aquí, en vez de lamentarnos, habríamos de encontrar la vía valenciana que permita recuperar la dignidad para garantizar la supervivencia a las nuevas generaciones. No será por las buenas ni templando gaitas en el próximo cara a cara entre Rajoy y el president Ximo Puig en La Moncloa.