La estación seca estival queda muy bien representada en nuestro país. Es la característica fundamental del clima «mediterráneo». Octubre es un mes bisagra. En los promedios, todo el territorio queda libre de estación seca. Antes, esa estación seca de verano, creciendo especialmente desde el sur. Después, la que destaca es otro tipo de estación seca, que tenemos menos asumida. Sí, el invierno también tiene estación seca y ésta domina las montañas. En noviembre aparece en las principales elevaciones de Sierra Nevada y los Pirineos. En diciembre amplía su dominio espacial sobre ambas cordilleras y empieza a conquistar los macizos más elevados de la Ibérica, Central, la Cantábrica y Montes de León. Enero marca el máximo de este período seco invernal decididamente orográfico. En marzo, queda prácticamente acotado en su extensión inicial de noviembre y empieza a convivir con otro mínimo que entra por el sudeste, por las llanuras costeras del sudeste de Almería y del sur de Alicante. Aquí, en el Spartarium Pedion de los griegos o el Campus Spartarius de los romanos, el mínimo estival apenas espera a la primavera. Abril marca un paréntesis y sus famosas «aguas mil» limitan la estación seca al golfo almeriense. Mayo ya no es seco en ningún punto de las Béticas y apenas en picos aislados de los Pirineos, pero en el litoral avanza sin freno y abarca los llanos costeros y valles entre El Campello, Alicante, y Marbella, Málaga; se interrumpe en Cádiz y retorna en la costa central y oeste de Huelva. En julio, alcanza su mayor extensión y solo se escapa la España más septentrional y esos relieves que tenían un invierno seco. De este modo, zonas de Almería pueden sufrir 9 meses de sequía. Un duro parto climático, que ni siquiera brevemente conocen en buena parte del norte.

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