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Una muerte anunciada

Los aires de grandeza de los gobernantes del despilfarro llevaron al Ágora el mayor torneo de tenis de la Comunitat Valenciana para impresionar al mundo. Fue en 2009. Espectacular era, no digo que no. Pero ni era necesario el edificio de Calatrava, ni lo era llevar el torneo a un espacio que no reúne las condiciones idóneas para el circuito ATP. Cambiaron la fecha, lo pasaron a final de la temporada, lo hicieron indoor (a cubierto) y en pista rápida. Renunciaron a la temporada de arcilla cuando coincidía en el calendario con Estoril y precedía a Montecarlo, Godó, Roma, Hamburgo y Roland Garros.

Estábamos acostumbrados a ver torneos en instalaciones de club con solera como el CT Barcelona, que acoge el Godó, o el CT Valencia con todas las pistas en acción y jugadores, entrenadores, organizadores, periodistas y público en tenística simbiosis. Así se vivió este torneo en Valencia de 2003 a 2008. Pero la Ciutat de les Arts ejercía un poder de atracción irrechazable para hacerlo más grande y más chic. En 2009, con David Ferrer y Juan Carlos Ferrero como anfitriones, se convirtió en un ATP World Tour 500, mostrando al mundo que no había pista central más bella que la nuestra. Ahora, con el Ágora cerrado por sus deficiencias (goteras, riesgo de rotura de cristales, óxido, la cubierta sin cerrar y sin certificación para su uso), le ofrecemos al mundo una ruidosa carpa gigante como pista central en un torneo devaluado que agoniza por sus deudas y la poca complicidad institucional .

El Open de la Comunitat Valenciana no debió ser nunca un gran evento al estilo de la Fórmula 1 o la Copa del América de vela, podía haberse quedado en lo que era, un magnífico acontecimiento deportivo que atrajo a las mejores raquetas del mundo. El próximo domingo el tenis valenciano asistirá a la final de una muerte anunciada.

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