Empieza noviembre. Mes que el imaginario colectivo comienza a relacionar con una de las principales preocupaciones del movimiento feminista: la violencia contra las mujeres. Mes en el que ha cristalizado la alianza ciudadana en una marcha por Madrid que, seguro, establecerá un antes y un después. Y es que cargamos ya demasiadas muertas sobre nuestras espaldas como para no reaccionar colectivamente, como comunidad que se compromete a garantizar una vida digna para todas las personas.

Avanzar en igualdad no está siendo fácil. A la generalizada resistencia al cambio, se suma que a los hombres nos está costando renunciar a nuestros privilegios históricos. A la extendida política de recortes, se añade que las medidas para atajar la violencia, necesariamente, son costosas y transversales. Un entramado complejo, entre lo personal y lo público, que diluye responsabilidades y que dificulta que nos demos cuenta de que la pelota está en cada uno de los tejados. En el mío, en el de la casa de al lado, en el de mi sindicato, en el de mi ayuntamiento, en el de mi gobierno.

Con la Marcha a Madrid, el movimiento feminista quiere poner en la agenda pública las violencias machistas, haciendo de lo personal, político. Las nombra en plural porque, aunque el feminicidio es la expresión más brutal, la violencia machista no es solo la ejercida por los hombres contra sus parejas o exparejas. Son todas las agresiones, en sus diferentes gradaciones de intensidad, algunas casi imperceptibles, que se producen en todo tipo de relaciones y que tienen como base el sexismo y la desigualdad.

Una amplia gama de banalización de comportamientos machistas, hostigamiento callejero, actitudes de dominio o acoso laboral, que convierten en estratégica la alianza entre sindicalismo y feminismo. Desde CC OO, te animamos a que el 7 de noviembre cojas la pelota del tejado y te vengas a Madrid. Yo me subiré al bus desde Alcoi y, junto miles y miles de personas, repetiré que «cada vez que agreden a una mujer, lo hacen con todas».