La última chuscada en materia geriátrica propone que los viejos, para evitar la soledad, organicen por su cuenta una especie de comunas; que formen grupos para compartir alifafes y decrepitudes; que se acompañen y se atiendan unos a otros en extrañas ciudadelas del ocaso, apartadas del espejismo de juventud eterna en que se halla inmersa la sociedad. Es una invitación al autoexilio para la chochez y el desmoronamiento. Sin pellejos marchitos, ojos llorosos, huesarrones anquilosados ni angulosidades corporales a la vista, el engaño de la pubertad inacabable gana poder de sugestión, aunque la cosa va más allá de la mera estética: tampoco hay tiempo, en la estúpida y absorbente vorágine cotidiana, para dejarse aleccionar por la experiencia ni para cuidar a los padres, de modo que una vez cruzado el umbral de la senilidad no quieren dejarle a uno más horizonte que ingresar en algún redil de carcamales.

La idea es combatir el aislamiento valetudinario formando cuadrillas más o menos homogéneas y completamente autosuficientes. Todo está calculado menos las consecuencias, perfectamente previsibles, de la incapacidad humana para la convivencia. Resultaría hilarante, si no fuese tan triste, imaginar tres o cuatro matrimonios vetustos, juntos en una casa, experimentando el amargo popurrí de asperezas, tiranteces y encontronazos que conlleva la vida en común; o seis o siete solterones nonagenarios moliéndose a palos, zahiriéndose a dicterios, arrancándose las barbas y poniéndose perdidos de mordiscos y escupitajos. Así que fundar falansterios para vejancones no sería una solución, a no ser que los cálculos de la gerontofobia general, de donde ha salido la ocurrencia, sean menos negligentes de lo que aparentan.

El maquiavelismo, en estas cuestiones, no es un factor desdeñable, y puede que las probabilísimas pendencias entre matusalenes formen parte del plan; que la gerontofobia pretenda un gerontocidio con visos de accidente. Si los abuelos van apiolándose no quedarán más que jóvenes, y la mentira parecerá verdad. Una juventud colectiva y permanente. Un planeta sin viejos, o con los viejos en reservas invisibles de donde los años y las trifulcas los van sacando rapidito con los pies por delante. Puedes llamarlo x, pero yo lo llamaría gerontofobia.