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La papeleta

Puede que alguno se quede estupefacto, pero en el anterior Consell del pepé existía una Dirección General de Transparencia y Participación. Eso sí, su actividad giraba en torno a las ayudas a los bous al carrer y a cursos sobre cómo tirar petardos. Del actual departamento de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación, la mitad del presupuesto irá a este último apartado con tal de rearmar el cariz solidario, ya que no resulta fácil borrar la deshonra protagonizada por Blasco desde ese sillón. A pesar del empeño, al conseller Alcaraz no se le escapa que el juicio a la nueva etapa será consecuencia del dictamen 0btenido en el test de ejemplaridad del territorio. Para el sumidero en el que lo habían convertido, intentar acercarse al 0,7 es otro rollo. El destrozo ha acentuado el escepticismo y la tirantez y, como esboza el puntal de la regeneración desde la conselleria unida al trance, el objetivo es recuperar la confianza en la política y en los políticos, además de la del paisanaje en sí mismo. Una misión que no sé ni si 007 sería capaz de llevar a cabo.

Al sentido y sensibilidad de los portales de transparencia no les queda más remedio que explotar un petardo tras otro. Y, pese a que esto no sea todo, en caso de vencerse la resistencia resultará profiláctico. La ley obliga a radiografiar contratos, gastos, viajes... y a que se sepa todo. Claro que si a continuación cuesta tomar medidas, posiblemente sea peor saberlo. De lo poco que se ha conocido en detalle está el que los síndicos y consejeros del Consell Jurídic Consultiu „Paco Camps, incluído„ ganan más que el presidente de la Generalitat. Aunque duele hasta pronunciarlo, Ximo Puig está por mantener contra viento y marea el organismo. Loable es, pero el resto de los mortales tiene derecho a no ser igual de masoca.

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