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Julio Monreal

Entre Márquez y Rossi

El Mundial de Motos que termina este fin de semana en Cheste es el último gran evento de los que marcaron época, y además es el único que nunca generó rechazo.

La última carrera del Mundial de Motociclismo que se disputa este domingo en Cheste adquiere esta vez tintes de derbi. No habrá balón pero sí pelotera. La patada con la que Valentino Rossi dejó fuera de combate en la última prueba al catalán Marc Márquez y la sanción que le ha caído al italiano han calentado el momento decisivo de la competición hasta el punto de haberlo convertido en un evento «de alto riesgo» para las autoridades de seguridad.

Este fin de semana, medio estadio motero irá con Rossi y el otro medio, con Márquez, del mismo modo que se es moro o cristiano. Y de la rivalidad y la expectación saldrá un acontecimiento deportivo modélico, seguro, porque los aficionados a las motos de competición son eso, personas civilizadas capaces de recorrer cientos de kilómetros con el viento en el rostro para disfrutar de una fiesta.

Habrá molestias de tráfico, piques entre aficionados y algún desaprensivo que quemará goma donde no debe. Pero en toda el área que rodea el circuito, las carreras y sus espectadores dejarán unos 40 millones de euros y tres campeones del mundo, con Rossi y Jorge Lorenzo pugnando hasta el final por subir a lo más alto.

El Mundial de Motos es el último gran evento que queda en lo que fue la tierra de oportunidades, la California europea. El Open de tenis acaba de despedirse con amenaza de pleito y sacudiéndose el polvo de las zapatillas, como hizo Sant Vicent. Antes cayeron la vela, la Fórmula 1, la hípica, la MTV Winter o la Campus Party. Todos estos montajes vivieron siempre en el centro del debate, entre los partidarios y los detractores, entre Rossi y Márquez. Pero las motos siempre se salvaron. Nunca hubo polémica ni peligro. La afición y la profesionalidad de sus responsables neutralizaron los riesgos y fortalecieron el espectáculo. Ganará un italiano o un español, pero la fiesta está asegurada y vale la pena disfrutarla.

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