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Matías Vallés

La caída a dos manos de PP y PSOE

En contra de los apocalípticos, los votantes españoles siguen divididos entre la derecha y la izquierda de toda la vida, con tres notables singularidades:

En primer lugar, la izquierda adelanta actualmente a la derecha, por un efecto newtoniano de reacción a los disparates del Gobierno vigente. Las encuestas que se empeñan en cocinar una mayoría absoluta para PP y Ciudadanos no cuadran, un sondeo fiable ha de presentar como mínimo un 55 a 45 para las fuerzas progresistas. Una vez levantado el velo ideológico, ya nadie concede a Albert Rivera un veteado izquierdista, lo cual no prohíbe que arrebate votos al PSOE.

En segundo lugar, la desafección endógena que caracterizará históricamente a la actual legislatura. Ni las derechas desean la victoria del PP, ni las izquierdas se arraciman ya en torno al PSOE. La ruptura no es genérica, sino que divorcia a los partidarios de las fuerzas políticas tradicionales con su matriz. Estas dos observaciones lindan con lo obvio, para cualquier español que no acabe de aterrizar procedente de Marte. La particularidad se concreta en el siguiente axioma, que mide el ritmo de la erosión en curso.

En tercer lugar, pues, funciona un pacto tácito entre votantes, para que la caída de PP y PSOE sea simultánea. Un hundimiento a dos manos. Como en el dilema del prisionero, quienes abandonan a los populares confían en que los irreductibles socialistas hagan lo propio. Esta devoción por la simetría se traduce en la aceptación sin histeria de un Mariano Rajoy en torno al listón de los cien diputados, mientras que Pedro Sánchez coquetea con los paupérrimos ochenta. Dado que nadie lo aborda explícitamente, estas cosechas no implican una caída menos abrupta de lo que se pronosticaba, sino la desaparición del bipartidismo en su actual configuración. A quien albergue dudas sobre la imposibilidad de conservar la preponderancia con descensos relevantes, le bastará con repasar el coste millonario de la reforma de la sede popular de Génova. Los generosos empresarios donantes tendrán otras prioridades que atender.

La insistencia en caricaturas como el PP/PSOE no debe empañar el sólido vínculo de cuatro décadas de matrimonio entre populares y socialistas, una conexión más indisoluble que la existente entre los partidos citados y sus respectivos seguidores. Los piropos que se prodigaban González y Fraga eran en realidad un intercambio de votos nupciales, de notable longevidad. Al igual que sucede en todas las relaciones, el votante es el último en enterarse de la traición. Sin embargo, la reiteración en el engaño ha conducido a la «razón exasperada» orteguiana. Cualquier cosa parece hoy preferible al menú tradicional, aunque lleve coleta como Pablo Iglesias o sea catalán como Albert Rivera.

El CIS ha publicado esta semana una encuesta tildada de bipartidista. El organismo reconoce la arbitrariedad en el cocinado de los datos. Por casualidad, este aderezo coincide con la necesidad del PP de mantenerse como lista más votada y con la urgencia del PSOE por no desmoronarse con la intensidad vaticinada por otros sondeos. Pese al voluntarioso organismo estatal, los rumores sobre la resurrección del bipartidismo están bastante exagerados. El despliegue de artillería pesada del CIS no puede evitar que la suma de populares y socialistas sufra una caída de veinte puntos, respecto a las pasadas elecciones generales. De nuevo, no hay que confundir el final de un régimen con la desaparición de sus integrantes, véase el ejemplo esclarecedor del franquismo.

Pese a los esfuerzos homogeneizadores del CIS, se está incumpliendo el tercer axioma sobre la caída a dos manos. No se necesitan encuestas para concluir que el PSOE aventaja en degradación al PP. La convicción sobre esta asimetría generará reacciones del electorado que definirán el 20D. Pese a que populares y socialistas reciben conjuntamente el apoyo de menos de un tercio de la población, hablan de gobernar España, desde términos equivocados antes que equívocos de victoria electoral o lista más votada. En un ejemplo del apego de las matemáticas por la ironía, la cosecha bipartidista se mueve en el rango obtenido en Cataluña por la suma de Junts pel Sí y la CUP, a quienes se discute la titulación de mayoría democrática. Quienes calificaron de fracaso el 38 % obtenido por la lista en que viajaba incrustado Artur Mas, aplauden como una recuperación victoriosa el 29 % del PP. La anumericidad ha causado históricamente más víctimas que el analfabetismo.

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