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José Sierra

La culpa siempre la tiene el río

La Generalitat de Cataluña ya ha anunciado que iniciará una investigación sobre la muerte de cuatro ancianas en una residencia en Lleida que se inundó en la crecida del río Sió, en la localidad de Agramunt. Es lo que se espera en estas situaciones y lo mínimo que merecen las víctimas. Sin embargo, no existe ninguna seguridad de que las diligentes autoridades busquen responsabilidades en el lugar adecuado. Por el momento, algunos representantes de los distintos niveles de la administración con competencias en el asunto ya han aludido al carácter «excepcional» de la tromba de agua. La muerte llegó desde el cielo y el río Sió la transportó sorprendiendo a las desvalidas ancianas mientras dormían, parecen decir.

Lo cierto es que la residencia creció claramente a costa del cauce, que invadió, como acreditan las fotos aéreas y los mapas de riesgo. Hoy es poco probable que se permitiera ocupar ese espacio fluvial sabiendo que cada 25 años o 50 años, no más, puede repetirse una inundación similar a la del otro día. Cuando se construyó la residencia ya existía algo que se llama Dominio Público Hidráulico y que teóricamente debía gestionar la Confederación Hidrográfica del Ebro. Dicen las autoridades catalanas que la residencia era suelo «consolidado» y por eso se autorizó, pero que hoy no podría hacerse en ese lugar. Es decir, existe„existía„ la noción del riesgo, pero se permitió construir en ese espacio, ideal, como mucho, para una pista de petanca, nada más y nada menos que una residencia de ancianos. En esa dirección es en la que hay que mirar, así como en la de quién autorizó o permitió el uso de semisótanos como dormitorio.

El trágico episodio resalta el valor de la acción preventiva que tiene en la Comunitat Valenciana el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundaciones (Patricova), pionero en España y al que supongo trasladado a Cataluña en su propio formato. Sencillamente esa residencia no se podría construir junto a ese cauce en aplicación del Patricova y probablemente tampoco con la Ley de Aguas de 1985.

Al margen de lo que concluya la investigación o dictaminen los tribunales mejor no ofendan la inteligencia de los ciudadanos: la culpa no la tuvo el río. Ni la lluvia.

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