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Gobiernos narcóticos

En la fuga de El Chapo de una cárcel de máxima seguridad, solo faltó que al otro extremo del túnel le esperara la banda de música o los mariachis (o un grupo de narcocorridos) para celebrar la libertad recuperada del traficante de Sinaloa. Nadie escapa así „metiendo ruido y montado en una moto„ sin la complicidad del Gobierno mexicano que, según un especialista en la materia „Don Winslow, autor de El poder del perro y El cartel„ optó, como es obligación de un gobierno, por la alternativa menos cruenta y, también, menos confesable. El Chapo recuperaría las riendas del negocio y sus posibles herederos dejarían de matar y matarse, lo que se llama el retorno al orden dentro de lo que cabe.

En eso ha acabado la cruzada contra las drogas y el tratado de libre comercio (de drogas): en una traslación del cuerpo principal del negocio de Colombia a México y Guatemala y de los bancos de cualquier parte a los bancos norteamericanos. Vista en perspectiva, la guerra a las drogas se convirtió en la guerra de las drogas contra todos y, especialmente, contra los pobres para quienes se reservaba el papel de sicario fungible o de victima colateral en un tiroteo cruzado. Y en excusa para que el imperio pueda intervenir en cualquier país señalado sin que tenga que molestarse en formular protestas de respeto a su soberanía nacional. Estados Unidos (y Europa) son como ese perro que se come, por sistema, todos los filetes que te dejas en la mesa y luego el perro les pide cuentas a los dueños de la casa por dejar los filetes a la vista.

La guerra de las drogas (contra todos) dejó catorce mil muertos al año en los peores momentos. Catorce mil: muchos más de los que mueren en las guerras de Libia, el Congo o Irak. Un completo desastre, y de ahí que Irlanda, Uruguay y Estados Unidos se propongan legalizar algunas o lo hayan hecho ya, aunque los beneficios de otro orden, en términos de ganancias políticas, comerciales (incluido el comercio de armas) y financieras, están fuera de toda discusión: las drogas dan más dinero y mucho menos controlado con el comercio sumergido.

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