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¡Cuervos, cuervos!

Ver una serie que llevas tiempo queriendo ver es pisar el Valhalla. O algo así. Eso que sientes en tu interior cuando escuchas la sintonía de esa serie que quieres ver es casi mágico. Y si encima lo haces sabiendo que no te pueden perseguir por cómo lo estás haciendo, la sensación se eleva a la enésima potencia.

Eso me ha pasado esta misma semana. Gracias a Netflix y a su sistema de reproducción del próximo capítulo de manera inmediata „dan veinte segundos que te dan para ir al baño„, la primera temporada de una serie absolutamente maravillosa ha caído en apenas una semana. Hablo de Club de Cuervos, la primera producción propia de Netflix para México.

Cuervos narra la historia de Salvador e Isabel Iglesias, hijos del propietario de un club de fútbol de una pequeña ciudad de México, Nuevo Toledo, que ha crecido al calor de su equipo. Pero de repente Salvador Iglesias senior muere y la serie entra en una deriva de luchas intestinas por hacerse con la presidencia del club.

¿Es comedia o es drama? Pues es una «dramedia», como Orange is the New Black. Netflix parece estar especializándose en este género. Tiene muchos capítulos marcados de tintes claramente humorísticos, sobre todo los que protagonizan los personajes de Potro y Aitor Cardoné „que interpreta el catalán Alosian Vivancos„, pero luego tiene una segunda parte de la temporada en la que los acontecimientos empiezan a precipitarse y el único final posible para el devenir de la serie.

Mención especial a Luis Gerardo Méndez y Mariana Treviño, que interpretan a los hermanos Iglesias, y al capítulo grabado en forma de falso documental. De verdad, Netflix obliga a las productoras españolas a levantar más el listón. Es como una carrera armamentística en la que cada serie obliga a que la siguiente sea algún mejor. Pero en esta, las únicas víctimas son nuestras horas libres. Y yo que me alegro.

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