La polémica está servida. El filósofo José Antonio Marina „a quien leo, sigo y admiro desde hace mucho„ declaró recientemente que «el buen maestro no puede cobrar lo mismo que el malo». Expresa semejante exabrupto con motivo de la elaboración del libro blanco del docente, encargo del grotesco Ministerio de Educación, ese cortijo de los líos cuyo exdueño „J. I. Wert, el cínico„ puso patas arriba poco antes de pasar a mejor vida (la de París, se entiende).

Lo cierto es que la de Marina ha sido una falta de sensibilidad muy honda. Quizá por achaque de su edad, quizá porque todos tenemos derecho al desbarre, pontificar esta dicotomía laboral „«buena»-«mala»„ implica asumir que la mediocridad abunda en la educación. No seré yo quien le lleve la contraria. Ahora bien, ¿qué sujeto o institución establece tales parámetros de «excelencia» educativa? Apela, además, a una mayor libertad para que los directores seleccionen a los docentes deseables. ¿Asumimos, pues, que lo harán motivados por un buen juicio, ecuánime e independiente? A mí me gustaría que ese aire categórico del amigo Marina invadiera otros ámbitos profesionales, porque, ¿acaso no hay buenos y malos médicos, políticos o policías? Aconsejaría al autor de Aprender a convivir que pisara los institutos pero no de visita, sino para ejercer la docencia y cumplir las ingentes tareas que todos, con mayor o menor tino, debemos realizar: impartir el temario correspondiente, pasar las faltas de asistencia al SGD, las notas en el ITACA, atender a las familias, claustros, etc. Por cierto, si se atreve, compañero Marina, acepte el desafío de mi amiga Pilar Pardo, con 27 años de docencia a sus espaldas: pásese una temporada por el IES Ramón Muntaner de Xirivella. Será bien recibido (y trabajo no le faltará). ¡A ver si supera su propia teoría! De todo esto, desconcierta sobremanera este tipo de teorías conspirativas que animan a criticar y despreciar el honroso trabajo de los profesores. Que sí, que los hay de muchos estilos, ¿y dónde ocurre lo contrario? ¿En Finlandia? ¡Bah! Educar es una labor compleja, humana „difícilmente humana„ y en la que repercuten factores muy diversos, desde la estupidez imperante de los políticos „enemigos de la inteligencia por naturaleza„ hasta la ignorancia atrevida de familias que incumplen sus obligaciones y desprecian el trabajo diario de tantos docentes. Por eso esta profecía de los profesores malditos nunca debería pronunciarla un sabio como José Antonio Marina. Terrible.