Sostiene Marina, el filósofo, pedagogo y asesor, que hay maestros buenos y malos y añade que «el buen maestro no puede cobrar lo mismo que el malo». La verdad es que la disyunción es falaz, porque lo cierto es que hay maestros buenos, malos y regulares; buenos que tienen una mala racha o navegan bajo adversas circunstancias; malos que en algún momento aciertan y regulares equilibrándose en el justo medio de la mediocridad. Añado que hay maestros que no son maestros, porque carecen de la entrega, el amor y el deseo de serlo, y que, sin embargo, hacen como si lo fueran, algunos con maneras convincentes y resultados notables. Añado, también, y no es un argumento en contra, sino una ampliación del punto de vista, que también existen alumnos buenos, malos y regulares, y fontaneros y médicos, y políticos y funcionarios y camareros y paro de contar.

Por otra parte, que un buen maestro cobre más que uno malo no es defendible: los buenos maestros deberían cobrar lo que una sociedad justa considere justo y, ¡pongámonos estupendos!, los malos no deberían cobrar nada y ser despedidos o, ¡pongámonos magníficos!, ser reciclados y reeducados a costa de la tribu y para la tribu. Tampoco deberíamos olvidar que un jugador de fútbol juega en un equipo, un médico en un hospital y un maestro en una escuela: un buen maestro podría verse abducido por una mala directiva, un mal entrenador, un grupo desencajado o una organización descabellada. Lo contrario, por el contrario, podría curar o paliar las carencias del maestro malo. No sé, en fin: un maestro o es bueno o no es maestro. (Esto no significa, claro está, que no haya uno o muchos problemas en el proceso educativo, o que no haya nada que hacer o que no sea todo permanentemente mejorable).

«Manifiesto» se opone a «oculto». Alguien firma un manifiesto para exponer a la luz del día lo que se ocultaba en los rincones y entre chismorreos de gato. A fin de cuentas, un manifiesto no es más que un «se hace saber» en la plaza del pueblo acerca de lo que no se sabe o sólo se rumorea. Uno se manifiesta públicamente en la calle porque está ya harto de hacerlo privadamente en casa. Pero los manifiestos pueden ser otra cosa y entonces ya no son un manifiesto. Digo esto porque los miembros del PP valenciano, acostumbrados en los fervores de otros tiempos a montar manifestaciones a favor del agua para todos (y un plato de paella para quien asista), están ahora mismo un poco cabreados porque los que ellos llaman tripartito no han querido firmar en las Corts un manifiesto por la Unidad de España. Sin embargo, un «pronunciamiento» o declaración institucional sobre la unidad de España está de más, porque no falta. Por nuestra parte, nada oculto que haya que declarar o manifestar. Tiempos de hielo.