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Méritos de sobra

La Cup, ¡ay, la Cup! Cuántos días de gloria puede reportar todavía y, sin embargo, qué centrada se la ve en comparación con la família que hasta gobierna aún. La columna a la izquierda de la izquierda ha trasladado formalmente „ya digo, los formales ahora son ellos„ que su candidato favorito para presidir la Generalitat es el tal Raül Romeva. Claro, y han dejado caer que no creen que el mezclote ganador vaya a oponerse puesto que se trata de su número uno en la cita de septiembre. De cajón. La ocurrencia de emboscarse en el cuarto lugar de la lista para pasar lo más desapecibido posible y, desde ahí, mantenerse otros cuatro años en el sillón presidencial es un numerito que Charlie Rivel habría descartado entre los que recreó intentando subirse a la silla con las dificultades que le planteaban sus atavíos, puesto que Rivel „en realidad, Josep Andreu i Lasserre„ buscó la autenticidad y determinadas acrobacias no son propias de un payaso de y con categoría. Artur Mas lleva tela de tiempo arrastrándose por el circo de varias pistas que ha ido agregando para evitar caer con todo el peso y ser incapaz de levantarse. Lo penúltimo ha sido asegurar no estar dispuesto «a hacer lo que sea para ser presidente», añadiendo que «hay líneas que si lo soy no traspasaré». Es un alma en pena, incapaz de admitir que ha acumulado méritos sobrados para, en el mejor de los casos, irse a casa. Da no sé qué verlo deambular por los pasillos del Parlament, con la mirada perdida siendo esquivado por la mayoría de los presentes. Tiene a los votantes buscando cursos de autoayuda para encontrar qué aspectos quieren cambiar de la experiencia vivida, mientras no dejan de aparecer datos sobre la herencia que ha ido repartiéndose el núcleo de los Pujol, que para eso son cantidad de hermanos. Y, como sabe todo quisque, Artur es un hijo más.

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