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Detengámonos

En estos tiempos convulsos existe la posibilidad de escuchar a gente que se dedica a pensar esencialmente. No es ninguna tontería y además contamos con una excelente oferta a mano. En menos de dos meses he tenido la oportunidad de acudir, entre otras, a sesiones protagonizadas por filófofos como Javier Gomá y Daniel Innerarity, que ya para pronunciar su apellido tienes que darle alguna vuelta. También he presenciado un aperitivo de debate entre otro de ellos, el profesor Higinio Marín, y un gobernante de los más lúcidos que disponemos en el cuerpo a cuerpo. En ese último encuentro se suscitó la conveniencia de que las ansias por llevar a cabo las llamadas nuevas políticas por parte del Ejecutivo no invadan las tareas propias del Legislativo.

Tranquilidad, amigos, es lo que vino a decir Innerarity en su exposición, quien sugirió que igual es el momento para mejorar la democracia con visiones plurales; que los que pierden unas elecciones no tienen por qué ser arrojados a la cuneta; que el que cuenten con otra oportunidad puede robustecer al sistema; que lo nuevo por serlo no tiene por qué ser bueno; que nadie entierre por adelantado; que ahí está Raphael y, en cuanto nos descuidemos, vuelven los pantalones de campana. Innerarity, requerido por los foros internacionales más en boga, es un estudioso de la política y un defensor de ella en el buen sentido.

Bien, pues al acto en el que presentó su último libro acudieron ciudadanos preocupados por la calidad de la gobernanza y por tanto desenfoque, pero apenas si asistieron políticos en ejercicio o en el descansillo. Un síntoma es. Como lo es el que Artur Mas le pusiera un avión a uno de estos gurús de la consciencia para que le dijese cómo veía la ruta que había emprendido. Por supuesto no le hizo ni caso por la sencilla razón de que necesita otro tipo de especialista.

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