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Hierbas del género

Hay que volver a usar la expresión crimen de celos o crimen pasional, no por exacta sino por menos inexacta en según qué casos. Las palabras son objeto de un zarandeo constante y no pueden significar lo que no deben y es tarea principal de un periodista evitarlo tantas veces como los poderes „y hay muchos poderes„ traten de forzarlas. O dejaremos las competencias lingüísticas en manos del policía que, supuestamente, le palpó la cara al chico de Obrint Pas por un quítame esa ela geminada, catalanista.

En tiempos de Franco se suponía que el honor residía en un sitio tan sudoroso y ameno como la entrepierna, razón por la cual se permitía, con alguna excusa, que el marido le descerrajase media docena de tiros a la infiel por un precio penal muy asequible. Como el europeísmo era bastante incompatible con esas prácticas afganas, se pasó a la «ofuscación grave» o a la «locura transitoria» para justificar el feminicidio barato. Quedaba más de película americana, pero el resultado era el mismo: perpetuar la supeditación de la mujer al hombre y mantener los valores patriarcales que están muy bien, gracias, las mujeres siguen cobrando menos que los hombres por la misma tarea. A la CEOE, le parece bien.

Sin embargo, cierta ideología que oscila entre la criminalización de la pilila, por el hecho de existir, y un buenismo de tebeo que cree que el bien puede imponerse de modo general, ha convertido en violencia de género muchas cosas que no lo son, porque no pueden serlo al ser otras cosas: celos violentos y puntuales (sin malos tratos previos ni desdén o vejación), a veces a cargo de mujeres, de lesbianas o de homosexuales. De hijas contra madres y padres (o abuelos), y así sucesivamente. El respeto por las víctimas de la humillación machista, a menudo homicida, exige, más que nunca, esa distinción porque, en efecto, es una violencia agravada por mezquina, abusona, sostenida y premeditada. Una vez, una joven reportera me preguntó por donde podía enfocar un trabajo sobre la violencia de género y le dije: «Empieza por preguntarle a la responsable cuál es el presupuesto para localizadores, móviles, formación de jueces, casas de acogida y empleos de supervivencia». Pues eso.

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