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El último mohicano

El grupo Mediaset se ha esforzado mucho para que yo deje de ser uno de esos pocos españoles que aún no ha visto Ocho apellidos vascos. Aún no lo han conseguido, pero a pesar mío el éxito de la emisión del miércoles ha sido tan mayúsculo como en las salas de cine y la película ha demostrado ser un fenómeno social a prueba de crisis y zapeos, la más vista en veinte años en la pequeña pantalla gracias a más de ocho millones de espectadores.

No hay récord que se le resista a esta comedia romántica de hechos diferenciales protagonizada por Dani Rovira y Clara Lago, pero por si acaso la programaron de nuevo en multicanal. Estreno simultáneo en Telecinco y Cuatro para sacar pecho e insistir: en televisión el tamaño sí importa y la audiencia es lo que más reluce. Para el espectador supone reducir la oferta y variedad pero la moda se ha impuesto para las grandes ocasiones. Y aprovechando el próximo estreno de Ocho apellidos catalanes, pues a promocionar toca.

Otra moda televisiva que aborrezco es que me cuenten media serie o película antes de que empiece. Y ahí estuvo Telecinco sembrada, programando antes un especial que desvela, al menos, la mitad de los chistes de Ocho apellidos vascos. ¿Era preciso? ¿Nadie puede creer que hay un reducto de gente rara que aún no la habíamos visto? Tuve que refugiarme en Cuatro, donde a la misma hora emitían un bloque eterno de anuncios. Me sentí el último mohicano a punto de sucumbir y rodeado por la obligación de ver la peli. Pero en el último momento, llámenme rebelde, decidí grabarla en vídeo para mejor ocasión. Y en el colmo de las estrategias paranoicas opté por grabar la señal de Cuatro, por si allí pusieran menos anuncios simultáneos.

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