Dos miradas del islam. Así podía deducirse de lo que se recogía en una misma página del ejemplar de Levante-EMV del pasado domingo 15 de noviembre, con motivo de los luctuosos sucesos de París. Por una parte, lo manifestado por Abdelaziz Hammaoui, presidente del centro cultural islámico de Valencia; y más abajo, un artículo firmado por Houria Sehilli, presidenta de la casa de Argelia en Valencia. La impresión que saqué es que son dos mundos completamente diversos. Dos visiones muy diferentes de un mismo hecho que apenas tienen que ver uno con el otro.

El primero, Hammaoui, se lamenta de que se confunda musulmán con terrorista (¡hasta ahí llego!); y se pone de parte de todos los pueblos libres que creen en la libertad, la democracia, la solidaridad. No sé de ningún país musulmán donde haya libertad, democracia y solidaridad.

No, al menos, como lo entendemos en los pueblos libres como Francia o España. Más adelante, afirma que hay jóvenes que vienen con lágrimas en los ojos, preguntando por qué pasa esto, por qué lo vinculan con nosotros. Lamento que no nos ofrezca la aclaración que seguro da a esos jóvenes; que, sin embargo, y a pesar de las explicaciones recibidas, «entran en una espiral de aislamiento para no tener que justificar nada ni responder a preguntas que surgen en la calle o entre los amigos». Pues resulta sorprendente que no quieran dar respuesta de lo que creen. Si es tan amable, que nos lo explique, porque sencillamente me pasaría lo mismo que a esos jóvenes: me avergonzaría.

Pero lo más esperpéntico es que, a continuación, afirme que los «musulmanes carecen en España de instituciones fuertes y de buena organización€, y que comparten la condena, pero no saben transmitirla de forma contundente». ¡No saben! ¡Ni tienen medios! Y la obviedad: tienen petrodólares para construir cientos de mezquitas en tiempo récord, pero carecen de medios para poner unas cuantas páginas en la prensa, radio y televisión, para avisar al resto de correligionarios de que quienes tales cosas hacen van de cabeza al infierno, a las cavernas tenebrosas; y no al paraíso de las huríes como les han hecho creer€ La verdad, parece que nos toma por bobos.

En la parte inferior de la misma página, una carta emotiva y sincera. Escrita por Houria Sehilli. En la que se pregunta por lo obvio, por lo que cualquier persona con dos dedos de frente se ha de interrogar, y más si es musulmana: «¿Por qué el mundo musulmán no empieza a hacer autocrítica en vez de culpabilizar siempre a Occidente de todos nuestros males? ¿Por qué nuestro mundo no puede progresar? Quizá porque estamos enterrados en vida, dentro de una religión que no avanza€ en una tradición asfixiante€ Estamos enterrados en vida dentro de la peor de las tumbas: la ignorancia, el fanatismo, la injusticia social, los gobiernos déspotas€».

No tengo intención de hacerme musulmán, claro es; pero Houria, al menos, se hace preguntas inteligentes. Y aunque no encuentre respuestas, quiere buscarlas. No se conforma con pensar que el islam es como un anticiclón, que cae de arriba abajo y aprisiona: la contaminación no escampa y los fluidos tóxicos hacen irrespirable el ambiente, cargado de sinrazón e irracionalidad. No me satisfacen las declaraciones vagas, cuando se hace presente el dolor a mansalva de los inocentes. No me conformo con el dolor gratuito y sin sentido. Pura maldad sin paliativos.