Tranquilos. No se trata de una comisión estratosférica de un constructor por una obra mal hecha a costa del dinero público. Hablamos de personas que han aplazado por unos días su apuesta electoral. ¡Bienaventurados los indecisos porque de ellos será el próximo gobierno español! Suyo será el desenlace de esta obra que lleva en cartel cuatro años y que se nos antoja eterna. El resultado está más reñido que nunca, las empresas demoscópicas andan mareadas y las encuestas predicen que el podium se lo repartirán esta vez cuatro formaciones políticas. Los que ya sabemos lo que vamos a votar no pintamos nada. Los votos de última hora son los realmente determinantes.

Dicen que hay partido. Los sondeos escupen pronósticos dispares. Los fichajes de campanillas pueden alterar el ánimo de nuestros decisivos indecisos. Más de una quinta parte del electorado se lo está pensando, justo cuando se aventura una alta participación. ¡Qué suerte ser un votante vacilante que aún no sabe a quién darle la razón electoral! Al parecer, la escuálida recuperación económica no cotiza lo suficiente en los mercados de valores ciudadanos. Por eso, el tema catalán se está arrojando como aceite hirviendo sobre los incautos electores que andan todavía reflexionando que hacer con su papeleta. Hay yacimientos de votos contrarios al desafío independentista esparcidos por todas partes.

Algunos partidos desobedientes han prometido desmontar el actual marco legal en el que nos ha instalado el PP, declarando non gratas algunas leyes perniciosas. Algunas medidas descarnadas del actual gobierno han cambiado las maneras de trabajar y de ganarnos la vida, las reglas de juego de cómo educamos a nuestros hijos y han cercenado las ayudas para atender a nuestros mayores más desvalidos, lo que ha provocado un verdadero estropicio social. Una posible reforma constitucional, para adecentar la casa común y reparar las goteras y filtraciones ocasionadas por la corrupción, es otra de las bazas que se ofertarán en el rastrillo electoral navideño. El electorado más volátil y más puntilloso tiene la sartén por el mango.

Se avecina un final de liga muy apretado. Un 20 por ciento del cuerpo electoral puede cambiar el futuro de España, se pongan como se pongan los bancos, la señora Merkel, los editores de periódicos o el Ibex 35. Esa porción de ciudadanos nos tiene a todos en un brete. Ese dubitativo 20 por ciento permitirá a la fuerza ganadora ingresar, por desgracia, de tapadillo algunas comisiones del tres por ciento correspondientes a muchas contratas públicas. Si es usted de ese privilegiado 20 por ciento que se deja querer cada día zarandeado por los titulares de prensa sepa que nos tiene en sus manos. Si no es molestia, haga el favor de reflexionar más de la cuenta. Usted tiene la llave que abre las puertas giratorias de los cesantes.