Esta tarde, hacia las siete, las falleras mayores de Valencia encenderán el alumbrado navideño de la plaza de Nuevo Centro. Ese sencillo acto, que se repite año tras año pero que esta vez llega antes que nunca, es la señal de partida de la Navidad, que oficialmente empieza hoy.
Los centros comerciales y las tiendas, ya sean grandes o pequeñas, tienen depositadas muchas esperanzas en las fiestas del próximo mes y medio. El joyero Argimiro Aguilar está convencido de que estas serán «las mejores navidades desde 2007», y lo cree porque piensa que la gente que tiene capacidad económica (que no es toda, que hay muchas personas que no podrán gastar nada) se siente bastante animada por los signos de recuperación económica y por una cierta corriente de optimismo.
La crisis paralizó en seco la compra de bienes inmuebles y de vehículos, dos de los pilares de la economía, pero mantuvo aunque fuera al ralentí el gasto en ocio, el pequeño pago.
Ahora, los funcionarios cobran paga extra, el empleo aumenta, aunque sea en precario, y los comercios sacan su género a los escaparates, iluminándolo con motivos navideños más de un mes antes de la Nochebuena. Todo anima al consumo. Hasta reabren los cines Aragón y el petróleo Brent baja a 44 dólares el barril, suscitando la pregunta de por qué la gasolina cuesta casi lo mismo que cuando el crudo estaba a cien dólares. El Corte Inglés ofrece dinero a crédito para las compras navideñas y hasta lo que la crisis secó evoluciona favorablemente: los precios de la vivienda repuntan y los concesionarios de coches venden como no se había visto en años.
Mariano Rajoy, su gobierno y su partido, cantan las excelencias del fin de la crisis, y todos sus rivales se acuerdan de quienes aún no han salido de ella. La campaña electoral se acerca, y todo parece indicar que cuando lleguen los mítines y los actos, la gente estará de compras. Mejor.
