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Noviembre dorado

Este noviembre es tan dulce como convulso, igual de furioso que de soleado, y el día empieza con un terremoto en la isla de Lefkada, en el occidente griego, y con tiroteos en las afueras de París, con la muerte de un amigo y con un cangrejo agarrado al pecho de una doncella. Salgo de la ciudad por la línea de los arrozales inundados que son una ruta de charcas apacibles donde crecen los lotos de la calma. Llego a Sueca por un asunto familiar y en el Forn de Carbó están ya preparando los rollos de Santa Catalina, crujientes y con anises de colores.

En nuestra infancia, las criaturas estábamos acogidos a la Historia Sagrada y Santa Catalina „el 25 de noviembre, media fiesta„ servía para salir a la era, en la tarde breve, a merendar: como esas bandadas de estorninos que se ganan la cosecha del grano caído, las uvas viejas, la oliva entreverada, lo que caiga. Las fochas se han recuperado y veo patos y pollas por todas partes, garzas perezosas y, en los lugares más hondos, gaviotas que sestean y zampullines que se sumergen con más gracia que Esther Williams. Y eso que no han incluido a la Albufera en los planes del Júcar: como una hija apócrifa de Julio Iglesias, qué cosas.

Ya en las dunas de El Dosel, en Cullera, vemos mariposas blancas y una mar que respira como una yogui. Caminamos hacia el breve festón de espuma y la voz imperiosa de la Benemérita suena sobre nuestros cogotes: «Señores, ya sé que suena surrealista, pero el terremoto de Grecia puede provocar un "tsunami" que eleve el mar un metro». Debemos, pues, abandonar la playa. Después de comer un arrocito en La mar salá (nos protegen las dunas), volvemos a disfrutar de los esteros de esta Albufera ampliada donde hace unos días vi una bandada de más de doscientos moritos que fotografiaba un biólogo tan asombrado como yo (en otros tiempos tres parejas de moritos era noticia). Será por eso que llama, en ese momento, una amiga bióloga para darme su aval: «Estoy de acuerdo contigo: aunque nos regalen Ferraris y nos dejen el petróleo barato, los jeques no son honorables. Gasolineros, como mucho».

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