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Cursilería en parís

Estos días se ha hecho un periodismo de aluvión y eso es bueno, pero si no hay nada que decir, no se dice nada. Conectar una y otra vez con la unidad móvil frente a Le carillón o Le petit Cambodge para ver que otra pareja llora y pone una rosa en el suelo no tiene sentido.

No seré yo quien reste ni una loa a la labor de las cadenas trayéndonos la información a casa casi al minuto siguiente de que París sufriera el ataque de un puñado de canallas, que Alá los condene. No será yo quien trate de restar mérito al esfuerzo del Canal 24H, que por otra parte es lo que tenía que hacer, cuando la noche del viernes 13 les pilló en directo en una tertulia que se intuía cansina y escuchada porque, recordemos, allá donde esté Alfonso Rojo que se quite la cordura periodística para dar paso a otra cosa, que Kapuscinski lo condene. De un sumario centrado en el delirio calculado de Artur Mas tratando de escabullirse de un monstruo llamado 3% y mafia Pujol, saltaron a las calles de París porque las ráfagas de metralleta empezaron a llegar a las redacciones con un estruendo paralizante. No seré yo quien no alabe esas casi cuatro horas de televisión en directo manejadas por Sergio Martín con decisión. Aunque sí seré yo quien le diga, y aunque parezca frivolidad no lo es, que no se le entiende nada, o dicho como lo diría nuestro líder supremo, se te entiende poco, ladrón. Verás, Sergio Martín, hasta ahora me había acostumbrado a suplir las sílabas que se traga Susana Griso dedicándole horas por la mañana a su alocada manera de verbalizar. Y al final te acostumbras, la entiendes. Pero lo tuyo no es tragarte sílabas, es que no dejas ni una para que pueda uno apoyarse y seguirte. Aún así, entre la BBC y vosotros, y por supuesto el chisporroteo que no cesaba en las redes sociales, me fui haciendo una idea de lo que pasaba en las calles parisinas. Ningún programa se interrumpió. Ni el cine de La 1, ni Tu cara me suena en Antena 3, ni Equipo de investigación en Cuatro, y por supuesto ni el fallido estreno de la octava temporada de Hermano mayor en Cuatro, ahora en manos del boxeador Jero García. Pero€

Mila y el futuro de Matamoros. € pero siempre nos quedará un programa como san Ryszard Kapuscinski manda, un programa de referencia informativa, un tótem del periodismo a muerte, el faro por el que guiarse cuando la fortaleza flaquee. El único programa en directo que se veía la noche del viernes en una cadena nacional generalista en España era Sálvame de Luxe, que Vasile lo proteja. Sus dramáticos caníbales celebraban un aquelarre más entre esputos, salivazos, amenazas y fieras dentelladas a la víctima de la semana según marcara el guión, ya Lydia Lozano, ya la Patiño. Y de repente, zas, le acercan a Jorge Javier un papel mientras habla con Mila Ximénez. Y lee. Francia cierra sus fronteras, la policía aconseja que la gente no salga de sus casas, van más de 60 muertos, hay 100 rehenes en una discoteca. Y como un jabato, como un periodista curtido, pasa de la información de alcance al periodismo de investigación que lo tenía atado al sillón antes de que osaran interrumpirlo con semejante tontería. Pensado, y hecho. De los muertos de París, a lo esencial. Y dijo, «Mila€» Mila, que pensaba que le iba a preguntar por el atentado, con cara y tono serio, respondió un seco «qué». ¿Cómo se encara en este momento el futuro con Kiko Matamoros?, pero no digas nada, hazlo después de la publicidad. Toma ya. ¿No me digan que no es brillante? Sálvame y el Canal 24 horas unidos por el mejor periodismo. Al día siguiente, y hasta hoy, todo cambió en las cadenas. A pesar de ser sábado la máquina se puso en marcha. La Sexta hizo un especial Al rojo vivo, y Las mañanas de Cuatro, y Espejo público se fueron a París, y por la tarde Pedro Piqueras, en un ataque de dignidad, presentó un especial como en los viejos tiempos, como antes de que, tal vez sin remedio ni vuelta atrás, fuese atacado por el virus sin antídoto de Paolo Vasile, el hombre para quien, pase lo que pase, todo es susceptible de formar parte del espectáculo. Y así hay que vender hasta los informativos, como un género más del entretenimiento. Tanto es así, que ese especial, con contenidos a la altura de los hechos, sin concesiones, apenas logró el 9% para una cadena que roza los 3 millones y el 19% de cuota de pantalla un día normal. Si nutres a tu audiencia con fritangas no esperes que abra la boca cuando le das merluza fresca.

Datos, no sensaciones. Pero insisto, no seré yo quien reste valor al esfuerzo de las cadenas atendiendo el compromiso de informar sobre unos hechos que nos aterran, afectan, y duelen. Pero eso no impide que me quede loco con la imagen de periodista homeless de Antonio García Ferreras, que micrófono en mano nos ha regalado momentos que pasarán a la historia del periodismo más vacuo, sensacionalista y amarillo de los últimos tiempos, quizá al mismo nivel del que, intrépida y barbie periodista, nos brindó Ana Rosa Quintana. Ver a Ferreras, el hombre que termina Al rojo vivo con el mantra «más periodismo, Helena Resano, La Sexta Noticias», delante de los altares callejeros diciendo una y otra vez, y otra y otra, y así en cada conexión, que los lugares de los atentados se han llenado de flores, de velas, y hay claveles en los agujeros de bala, y miren este agujero aquí, en esta pared, y este otro aquí, agujeros mortíferos, y miren, miren cómo esta mujer enciende una vela de respeto, y miren la sangre de alguna víctima€ Basta, joder. No ha sido el único. Estos días se ha hecho un periodismo de aluvión, improvisado, y eso es bueno, así suceden las cosas, de repente, pero si no hay nada que decir, no se dice nada, salvo que seas tertuliano, que sabes de todo. Conectar otra vez con la unidad móvil frente a Le carillón o Le petit Cambodge para ver que otra pareja llora y pone una rosa en el suelo no tiene sentido. No seré quien no alabe la labor de las cadenas, pero ojo, el periodismo ha de estar refrendado por datos, por la voz de los expertos en terrorismo „como es el caso„, y alguien ha de ser frío y frenar la humana tendencia al sentimentalismo cursi del periodista embargado por emociones que informan de sí mismo, no de los hechos, salvo que seas Carlos Herrera embargado por el show, que lo explica todo haciéndose una foto con cara intensa rodeado de flores y velas en París, y no era su entierro.

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