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Franco era chino

Ayer se produjo una efeméride divertida: Franco ya lleva más años en el sepulcro de los que se pasó en el trono, hecho una reinona. Incluso los que tuvieron el dudoso privilegio de conocerlo desde el principio, ya llevan más años sin él que padeciéndolo. No está mal como fracaso para quien quería asentarse sobre principios nada menos que inmutables. No hay mal que cien años dure: ni siquiera cincuenta. Como todo el mundo cuenta batallitas acerca de lo que hacía y por dónde andaba por aquel entonces, yo cuento que, el verano de ese año, empecé a hacerme periodista (a escribir había comenzado antes) y que, por tanto, llevo tanto tiempo sometido al jubiloso yugo del oficio como libre de quien ideó tantas maneras de sujetarnos.

Sin embargo, tenían razón los moros que señalaban su baraka, su buena estrella, una formidable chamba (que los distraídos confunden con la Providencia, cuando la pobre hace lo que puede y, sobre todo, lo que le dejamos) que siempre le situaba en el lugar más ganancioso y a sus rivales, en el avión estrellado o en las estepas rusas, bien lejos. Y a los americanos, bien cerca: para que trajeran queso y megatones, leche en polvo y avales (bancarios). También fue muy astuto a la manera cazurra y un poco china, y como Deng Xiaoping a sus paisanos, nos pilló el tranquillo: concedernos la libertad de aclamarlo, de constituir empresas y de ganar dinero. Las golferías, con discreción.

Gracias a la política ficticia (no paraban de adoctrinarnos pero Framco era más empírico que doctrinario), pudo fingir que los suyos eran España, lograr que no se tuviera en cuenta que fue más sanguinario que otros tiranos vecinos como el portugués Salazar y el italiano Mussolini, no conceder ni honor ni reconocimiento a los otros españoles combatientes (que siguen en las cunetas) y vender a los saharauis. Nos devolvió a la Edad Media donde habitaba su feo culo subido a la grupa del caballo de San Fernando. Había entonces y ahora una forma de vengarse de tanto desconsuelo: cultivar la alegría contra toda esperanza.

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