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Lluvia de cultura en el Cabanyal

Hace unos años, cuando gobernaba el PP, la izquierda convirtió al barrio en un símbolo de la «revolución» y la «desobediencia» civil bajo el eslogan «Salvem el Cabanyal».

La cultura ha llegado, por fin, al barrio del Cabanyal (por cierto: ¿solo existe, oficialmente, este barrio en Valencia?). La única cultura que había hasta hoy eran las anchoas de Casa Guillermo y las patatas bravas de Casa Montaña, a cuyo frente está Emiliano García, más abducido por la política interclasista que por la hostelería. Hace unos años, cuando gobernaba el PP, la izquierda convirtió al barrio en un símbolo de la «revolución» y la «desobediencia» civil bajo el eslogan «Salvem el Cabanyal». Hay muchos más barrios en Valencia y en peor estado, pero los estrategas de la izquierda y el «activismo» eligieron éste.

En tiempos anteriores fue «Salvem el Botànic», «Salvem Russafa», «Salvem L´Horta», «Salvem el Centre Històric», «Salvem La Punta» o «Salvem el Barri de Benimaclet». Y también «Salvem La Fe», pero no la cristiana, sino el viejo hospital La Fe, inutilizable por razones de edad: se inauguró en 1969.

Durante casi dos décadas hubo manifestaciones varias y casi cotidianas con los anteriores eslóganes como argumentos. Cambió democráticamente el signo político e ideológico del ayuntamiento y la Generalitat. E, inmediatamente, cesaron las algaradas y las manifestaciones, lo cual podría demostrar que no eran movimientos aparentemente espontáneos y ciudadanos, sino fomentados y organizados por los cabecillas de la izquierda oficial, la izquierda más extremista y ciertos sindicatos. ¿O es ya vivimos en el país de Jauja?

No se encuentra otra explicación a la mansedumbre actual. O sí: que muchos (y muchas) de tales movimientos ya cobran un sueldo con cargo a los impuestos de los ciudadanos. Se han colocado, por fin. Ahora, los vocablos de moda de la izquierda son «visibilidad», «transparencia», «participación», «pacificación» del tráfico, «movilidad», o las sentencias apocalípticas de Giuseppe Grezzi, concejal del Área de Movilidad, en referencia a la avenida del Cardenal Benlloch: «Es una barrera viaria hostil para los peatones».

Regresemos a las «intervenciones culturales» en El Cabanyal. Hay una prevista para este domingo que no me pienso perder. Gracias a la sinergia que irradia ahora del Teatre El Musical, asistiré a la performance «Se hace camino al andar» (una obviedad).

La contratada para este acontecimiento cultural es Esther (nombre bíblico) Ferrer, reconocida por sus performances, artista multidisciplinar, es decir, un poco de aquí y otro poco de allá: nada de nada. Ferrer guiará a los vecinos del Cabanyal por sus calles (como si no las conocieran mejor que ella, nacida en San Sebastián) y hará visible el anulado proyecto de este barrio. «Será una alegoría del proceso», ha confesado a los colegas del periódico digital Valencia Plaza.

Cual el flautista de Hamelín, pero en mujer, la muchedumbre que se crea este cuento, la acompañará de calle en calle. «Peinaremos todo el barrio de forma sencilla». Se lo podría evitar porque no hemos visto mujeres mejor peinadas y aseadas que en El Cabanyal, igual que los hombres. Yo iré siguiendo a la flautista, aunque algo rezagado porque me detendré en Casa Montaña (José Benlliure, 69: abrazaré a Emilio y Alejandro, su hijo) y Casa Guillermo (Progreso, 15, donde saludaré afectuosamente a doña Carmen) para tomar el aperitivo. Nada burgués ni facha: dos o tres vermús, media docena de anchoas y una tapa de brandada de bacalao. Inmediatamente me incorporaré a la cicerone. La visibilidad del barrio concluirá en la calle Pavía, 41, adonde puede que acuda el alcalde de Valencia conduciendo la bicicleta que Vittorio de Sica convirtió en icono en una película de 1948. Ya me emociono sólo con imaginar su presencia y hacerme un selfie con él.

Pero el maná cultural proseguirá en El Cabanyal con la presencia de Leónidas Martín (miembro del Colectivo En medio). En su currículo artístico figuran, entre una

ingente producción, Ataque psíquico masivo, Dejemos impotente al Papa o Cómo construir tu propio carro de combate.

El Cabanyal está, pues, de enhorabuena. Por fin ha llegado la cultura a su maltratado barrio, gracias a un ayuntamiento muy sensible a las Bellas Artes. «Gràcies, senyor battlle».

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