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José Sierra

El tsunami ya llegó al Boletín del Estado

Hace tan solo unos días, la Generalitat Valenciana emitía una alerta por el riesgo de maremoto. Todos los dispositivos vinculados a los servicios de emergencias fueron rápidamente activados. Varias playas fueron desalojadas y ello a pesar de que la alerta estuvo vigente únicamente 28 minutos. El mensaje llegó y, pese a lo «increíble» de la amenaza, hubo instituciones que actuaron con profesionalidad. Era la primera vez en España que se activaba una alerta de maremoto, lo que, unido a la brevedad del episodio, hizo que no hayan faltado las bromas en las redes sociales. Poca broma, la verdad, aunque el relato temporal del episodio tiene algo de chusco.

El origen del aviso es la red de alerta temprana de detección de maremotos del Gobierno griego. Arruinados y todo, los griegos son de los pocos pueblos mediterráneos que se han dotado de este instrumento, una recomendación de las instituciones internacionales tras el gran maremoto de Indonesia (diciembre de 2004). Los griegos mandaron la alerta al Ministerio del Interior español tras registrar un seísmo de seis grados en sus costas, dejando en manos españolas la posibilidad de decretar una alerta local. Interior, a través de la Dirección General de Protección Civil, reenvió el aviso a todas las comunidades autónomas mediterráneas «a título informativo». Es decir, en una larga cambiada trasladó la responsabilidad de activar o no la preemergencia a cada gobierno regional. La Generalitat Valenciana lo hizo. El resto ni se inmutó, lo que acentuó la jocosidad con la que algunos han visto el episodio. La ola, olita en este caso, se quedó por Calabria (Italia) y el riesgo de una subida del nivel del mar entre 0,5 y un metro que figuraba en el aviso inicial griego no se concretó. Sin duda, este desajuste estuvo provocado en parte por la ausencia de una directriz básica de Protección Civil ante el riesgo de maremotos, que debe coordinarse con los planes autonómicos y que comenzó a elaborarse en España en 2005 a raíz de la tragedia en el sudeste asiático, a la que siguió el maremoto de Chile de 27 de febrero de 2010 y el de 11 de marzo de 2011 en Japón. Tras una larga tramitación, la directriz fue informada favorablemente por la Comisión Nacional de Protección Civil el 13 de abril de 2015. Desde entonces dormía en un cajón. Más casualidades: el 10 y el 11 de noviembre, España, Portugal y Marruecos participaban en el ejercicio «Westsunami», un ensayo de los procedimientos de alerta temprana de maremotos. El 18 de noviembre el Gobierno avisaba «a título informativo» sobre un maremoto real (el griego) y el 20 de noviembre el Consejo de Ministros aprobaba la directriz básica. Para ser un fenómeno (el maremoto) de poca probabilidad de ocurrencia hay que ver lo que ha dado de sí esta semana.

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