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Julio Monreal

Gracias por el pavo

Que el valenciano gane la calle es el objetivo del Consell, dispuesto a reactivar la Llei d´Ús. La tarea es titánica, porque de momento la lengua de la calle es la del tío Sam.

Aún están sin recoger en las tintorerías muchos disfraces del último Halloween cuando el calendario nos obliga a comer este jueves el pavo del Thanksgiving day y a salir el viernes en busca de cualquiera de las jugosas ofertas que están disponibles con el blackfriday. Todo sea para encarar de la mejor manera posible unas Merry Christmas.

Recién cumplidos los 32 años de la Llei d´Ús i Ensenyament del Valencià, el nuevo gobierno autonómico de izquierdas y nacionalista se propone reactivar el espíritu de aquella norma «para que la lengua gane la calle», según se señalaba este domingo en estas páginas a propósito de la redoblada apuesta por el valenciano que pretende llevar adelante el Ejecutivo de Ximo Puig. Tendrán que poner mucha energía en el asador, porque de momento la lengua que está en la calle es el norteamericano. No estaría mal que junto al valenciano y el castellano se propagaran el inglés, el alemán o el chino mandarín, idiomas de presente y de futuro. Sin embargo, y como demasiadas veces, la sociedad adopta todo lo peor y nada de lo mejor de las culturas foráneas.

Por razones que no cabe comprender, las operadoras televisivas programan estos días películas sobre el llamado «día de acción de gracias», en el que la comunidad estadounidense recuerda las penurias que pasaron los primeros colonos ingleses que llegaron a Massachussets a bordo del «Mayflower» en 1620. Sería el equivalente al Día de la Hispanidad pero al revés. Allí todos celebran la fundación de la primera colonia comiendo pavo; aquí si alguien sale a festejar el «descubrimiento» le lanzan huevos. El tío Sam trinchará ante el mundo la dorada pechuga y todos envidiarán el brillo de la escena y la felicidad que rezuma. Y así la cultura propia será un poco más pequeña y la del imperio (siempre hay un imperio) anotará otra muesca en las atolondradas cabezas de quienes acostumbran a ser de lo último que llega sin preguntarse qué es.

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