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Melancolía francesa

Me parece detectar en Francia un aire de melancolía. También la percibo en la última novela de Fred Vargas „Tiempos de hielo„ donde, quien siempre destacó por su humor, habla del deterioro de viejas lealtades mientras el crimen se oculta en una perversa opereta a la que los policías acuden disfrazados de personajes de las Luces con pelucón, casaca, doble botonadura y foulard. Las Luces, claro, ocultaban muchas sombras y, también la semilla totalitaria en boca de Robespierre: «Nada debe temer de la vigilancia pública el hombre inocente». Primero, no hay inocentes; segundo, vigilemos al vigilante o nos joderá vivos.

Melancolía, no tristeza, que podría explicarse por la última sangría fanática en Bataclan o por la antigua en Charlie Hebdo (fíjense que son dos negociados que fomentan la alegría inteligente y un poco frívola: como el champagne). La melancolía precede a la acción, si uno no ha muerto, a veces a la acción desesperada. Francia, que integró modélicamente a su periferia propia y a la ajena, a los españoles y los chadianos, a los portugueses y los chilenos, a partir de cierta masa crítica, no fue capaz de asimilar a los musulmanes y sería un disimulo inaceptable y cobarde no decir que tampoco a los musulmanes les resulta fácil disolverse en otra cultura (ya lo dijo Octavio Paz: el islam cuando no une, separa como una espada).

No es cosa de religiones: Francia se creó sobre una base laica pero respetuosa y la religión siempre estuvo presente en otra potencia ilustrada: Gran Bretaña (y Estados Unidos). Antes de las bombas se produjo la revuelta de las banlieus y la percepción, por los franceses, de que sus hijos vivirían peor que ellos. A veces, mucho peor. Algo estaba saltando en pedazos y la culpa no era de los terroristas. El sentimiento comunitario fue socavado grano a grano en una explosión ralentizada mucho más peligrosa que todas las bombas que hayan caído sobre Irak, y han caído muchas. El cultivo del interés comunitario o lo acometemos nosotros o lo asumirá Marine le Pen y estará encantada de hacerlo.

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