Si tanto preocupa la violencia contra la mujer, ¿a santo de qué esa injustificable condescendencia en ámbitos como la educación y la justicia? Ya sé que el eco mediático persiste en el recuento de mujeres maltratadas y/o asesinadas por sus desalmados maridos, gesto que expande la concienciación „cosas del mimetismo psicológico„ entre los pasivos espectadores masculinos, quienes, según recientes estudios, raramente denunciarían a su amigo si éste vejara a su pareja. Así de crudo, amigos: el arquetipo mujer-objeto perpetúa esta carpetovetónica imagen de un género „dicen que débil„ propiedad del otro.

El machismo, la misoginia y el patriarcado todavía cimentan la estructura jerárquica del sistema educativo y de la mismísima justicia. Recuérdese la cantidad de mujeres asesinadas cuando recogían o entregaban su crío al violento padre, cumpliendo, por cierto, una discutible custodia compartida. ¿Por qué ese silencio atronador de los jueces y juezas? ¿Acaso no sería posible penalizar a estos individuos violentos incapacitándolos para disfrutar de sus hijos? ¿Qué garantías educativas esperar de un bárbaro que ejerció la violencia contra su propia mujer?

Puestos a mentar la educación, ¿cómo tomar el mutismo en las aulas de esta realidad? ¿Indiferencia? ¿Pasotismo? ¿Desprecio? ¿Por qué no exigir un currículo capaz de promover y gestionar esa auténtica cultura de la paz indispensable en un mundo tan sanguinario como el nuestro? Alejándonos de la pose y el postureo „típico en la ridícula y vetusta escuela„ conseguiremos un compromiso cívico para con la igualdad de género, el respeto y la estigmatización de conductas violentas (ya sean a nivel físico, psicológico, emocional, económico o sexual).

Se me ocurre esta propuesta: la razón poética. Más allá de miradas obcecadas y estereotipos obsoletos, promover una educación emocional y una justicia poética „tan poética como la ciencia, la historia o la literatura„ que transfigure los valores patriarcales de la vida. La creatividad como forja de este sistema educativo anclado en el trasnochado y ciego cientificismo. Frente a la racionalidad técnica o instrumental ligada a la competitividad „tan asociada a la masculinidad„ abanderemos un sistema humano, tierno y poético en donde la mujer protagonice ese otro mundo no sólo posible, sino deseable. Una razón poética, sensible y amigable (no estratégica) que genere ese discurso en donde ante las violencias nadie mire para otro lado.