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Fantasía electoral

Ser el hombre de moda de 2015, requiere mostrar tu cara hasta en la sopa y este año el elegido por la atención que le prestan los medios y su disponibilidad a ellos es por méritos y minutos televisivos el omnipresente Albert Rivera. Su semana fantástica televisiva culminó anoche contestando a Piqueras en su informativo sólo unas horas después de conversar en El hormiguero con Pablo y sus hormigas. Antes lo hemos visto discutir con Wyoming, ponerse tenso con Ana Pastor y contarle a la Campos cual son las canciones de su vida. Quién se lo iba decir a este chico cuando su gancho electoral era su cuerpo desnudo, por entonces sólo le llamaba Intereconomía. Ahora se lo rifan y semejante sobrexposición está siendo muy bien acogida por los espectadores y votantes potenciales que han recibido a través del medio más masivo, el mensaje perfectamente estudiado con el que quedar bien con todos y repartir más ilusión que la lotería de navidad. Pero en la tele, la imagen supera a la palabra y en este sentido es donde el joven gana terreno y despierta pasiones entre el electorado femenino. Lo digo porque en los últimos meses muchas amigas y conocidas, tengo que decir que todas casadas, me han confesado su intención de voto al emergente sex symbol de la política (con permiso del apuesto Pedro).

Las razones de mis amigas se basan meramente en la atracción sexual hacia el candidato y así me lo han reconocido, sin tapujos, admiten no saber de qué palo va, pero le votarán simplemente porque les pone, e intuyo que no serán las únicas. Intentando buscar una explicación a la confianza basada en el erotismo, pienso en un tiempo de desencanto y saturación, donde el votante que ya es maduro, se sabe ya las reglas del juego de la política que producen hastío y como consecuencia, este voto frívolo y sexual pero tan valido ante las urnas como el crítico y sopesado. Ya se sabe que las fantasías distan mucho de la realidad, las sexuales y también las electorales. En menos de un mes despertaremos y sabremos si ha sido un sueño u otra pesadilla.

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