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La santa que no quiso ser de Cuenca

En Aras de los Olmos ninguna advocación de la Virgen María es la patrona, allí la famosa es una santa, Catalina mártir, de procedencia mistérica. La imagen de la santa se la encontró un pastorcillo de Santa Cruz de Moya (Cuenca) junto a una fuente de aguas saludables y por tres veces se la llevó a su casa, regresando por sí misma la imagen al lugar del hallazgo, según una piadosa tradición. En razón a ello, el pueblo le alzó ermitorio.

Jaime I conquistó la Villa y echó del lugar a los sarracenos cuando se encontraba en tierras de Alcublas entregado a la caza del jabalí. Supo que el pueblo había recaído en manos enemigas y se fue con su guardia a Aras haciéndose con el pueblo y su castillo.

Aras se quitó de encima el yugo de Alpuente, la capital del Reino Moro de su nombre, brillante taifa, y se autodenominó de los Olmos, para ser más autóctona y genuina, tomando el patronímico de un venerado olmo -plantado en 1627- que presidía su plaza mayor, el cual se murió hace pocos años, siendo sustituido en mi opinión desacertadamente por uno de hierro. En el sello municipal de la República tenía en el centro dibujado un olmo. El 25 de noviembre festejan a Santa Catalina mártir y en torno a ella organizan fiestas diversas en las que lo culinario está representado por sus populares gachas y la noche por hogueras que son el preludio de las largas veladas del invierno.

Conocí Aras cuando de escolar se apellidaba de Alpuente y tenía por alcalde a Bernardino, un hombre bajito de ducha oratoria, incansable embajador de un pueblo que tuvo cine en los tiempos más difíciles que se recuerda, gracias a las pinadas de su término municipal que le daban oxígeno presupuestario. Nos dio un mitin cantando las excelencias de su tierra y una suculenta merienda.

Años más tarde, en mis continuas correrías por el Alto Turia y Ademuz, aprendí que la gente paraba sus vehículos en Aras para comprar en sus carnicerías y kilómetros después en el largo puente que se salva el Turia, de un solo ojo, atrevida ingeniería de los 60, donde los conductores hacían menores desde la balconada sobre el río.

Hoy se sube a Aras para contemplar el firmamento por la nitidez de su cielo desde el observatorio astronómico que allí tiene la Universidad. Un concejal de entonces, un tanto esotérico, que hoy podría ser alternativo del 15M o Podemos, me explicaba que en la zona existe un poblado ibérico por el que entran los focos de la luz solar de entre enormes rocas en cada uno de los comienzos de las estaciones.

A Santa Catalina la tienen en un precioso santuario -con orígenes en el XVII- en lo alto de una colina cerca del pueblo. La última ermitaña era curandera de gran fama. Todos los años le dedican noviembre fiestas a la santa, el 25 es su día, y cada siete años hacen las «fiestas gordas», que en esta ciclo serán en 2016, ocasión en que escenifican «el entramoro», sus peculiares fiestas de moros y cristianos. En un principio los cristianos son derrotados, pero al final consiguen la victoria sobre los infieles gracias a la intercesión de Santa Catalina, que convierte a las tropas musulmanas al cristianismo.

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