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Hija de

La perpetuación mediática a través de la sangre es todo un subgénero en el mundo de los famosos y crea tanta o más expectación que la conseguida a base de méritos profesionales por los progenitores que les dieron la vida. Es algo así como la sangre azul pero sin tener la obligación de prepararse para llegar a ser un digno sucesor, a veces por falta de ganas y otras por una ausencia total de aptitudes. El paradigma sería la cantante Estefanía de Mónaco para entendernos€

Según las leyes no escritas y muy habladas de nuestro deporte nacional, el cotilleo, está demostrado que ser la línea descendiente de un personaje conocido, abre puertas a pares, en la mayoría de los casos económicas, con una entrada de palco vip a la plaza de la popularidad, pero no así a la de los aplausos y el reconocimiento profesional.

Pongamos como ejemplo la saga culebrón de los Rivera y sucedáneos, aquí los guapos tienen oficio y muchos beneficios, los menos agraciados, Kiko y Chabelita, son muy rentables aunque muy deficitarios en cuanto a talento, y después está el pobre Julianín que ni una cosa ni la otra. Con sus infinitas variantes, este modelo se puede extender a los Bosé, Irujo, Iglesias, etc€ Pero si hay un máximo exponente de «hija de» en la actualidad es Terelu, un nombre que no sé porque me da gusto pronunciar, me suena bien aunque ella no lo esté. En una butaca tuvo la necesidad económica de confesarse en un entrevista en la que seguro hubiese preferido ser periodista y no testimonio. Admitía sentirse gorda, fea y es que la tele está muy mal para todos, incluso para la hija de una gran comunicadora que se lo ha trabajado y demostrado con creces en su estilo, avalada por la audiencia que le aplaude y crucificada a partes iguales por pegarse a una falda que viste un tacón demasiado alto. La estirpe ofrece una oportunidad inalcanzable para la gran mayoría, pero perdurar es otra cosa, cuando además de faena se requiere el traspaso del dolor para alimentar las porterías y contentar al ejecutivo.

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