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Una reaparición brillante

Si Paul Poiret, el modisto que en los inicios del siglo XX liberó de opresiones a las mujeres encorsetadas, hubiera podido asistir al desfile que se celebró hace unos días en el restaurante La Montiel, se habría asombrado al ver cómo aquellos corsés que él quitó a las damas decimonónicas renacían hoy, aunque transformados en prendas ornamentales, algunos incluso en pequeñas obras de arte.

También se habría sorprendido Francisco Carbonell, que en 1940 fundó La Creación en la plaza entonces llamada «del Caudillo», y su hijo Juan, que abrió la segunda tienda 28 años después en la calle Poeta Querol. Pos si acaso hay algún lector joven, diré que en La Creación „que persistió hasta bien entrados los 90„ adquirieron su ajuar de boda varias generaciones de valencianas, y que probablemente queden todavía en muchos hogares de la Comunitat piezas provenientes de aquel emporio de juegos de cama, mantelerías, cortinajes y toda clase de escogida ropa de casa. ¿Cual es la relación de aquellos emprendedores con el desfile del otro día? Sencillamente: el responsable es su hijo y nieto, Miguel Carbonell.

Crecido en aquel ambiente de los establecimientos familiares, Miguel aprendió a apreciar el encanto de la lingerie, de la que poco a poco formó una extensa colección, actualmente albergada en un almacén de Ribarroja. No sólo eso: se dedicó a la moda y al figurinismo escénico a lo largo de una trayectoria que abarca cine, teatro y televisión, incluyendo viajes por el mundo junto al excéntrico músico Carles Santos. Sus diseños han vestido a la reciente comedia Manos quietas en la Sala Circó; figuran en la película Brava dirigida por Roser Aguilar, con los actores Emilio Gutiérrez Caba y Laia Marull, mientras le aguarda en Madrid el rodaje de otro filme con Lola Herrera como protagonista.

Entre una tarea y otra, Miguel Carbonell quiso volver a la moda presentando una veintena de sus corsés puestos al día, realizados en seda, raso o terciopelo, varios de ellos pintados a mano con hábil técnica expresionista; convertidos en graciosos y lujosos complementos para dar un toque inesperado sobre una camisa o una prenda de punto ligera. La presentación, todo un espectáculo a cargo de diez modelos calzadas por Pedro Miralles, fue, según dice Miguel, «un poco como el Moulin Rouge... Visto detrás del escenario». No en balde, además de emplear bordados y encajes antiguos, se ha inspirado en auténticos corsés centenarios, comprados en el Marché aux Puces de París, actualizando el patronaje a la silueta de la mujer contemporánea, manteniendo los clásicos corchetes metálicos, y atados en la espalda con cintas de raso.

El resultado es deliciosamente picante; una novedosa posibilidad estética que puede variar de arriba abajo cualquier vestuario. Miguel Carbonell se mostró feliz por la acogida de un público encantado con la exhibición.

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