Tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo, el PSPV obtuvo el peor resultado de su historia. La cosa tuvo cierto mérito, dado que empeoró sustancialmente (sobre todo, en las elecciones autonómicas) sus guarismos de 2011, que ya habían sido los peores de la historia electoral del partido, a su vez mucho peores que los de 2007. De 1995 a 2007 el PSPV mantuvo, en líneas generales, en torno a un 35 % de sus votantes, así como sus principales bastiones electorales. A partir de 2007, el abismo.
Un abismo que parece no tener fin, y que ha quedado enmascarado por la enorme cuota de poder que obtuvo el PSPV en mayo: en los ayuntamientos más importantes, en la Diputación de Valencia y, naturalmente, en la Generalitat Valenciana. El PSPV logró atesorar todo este poder merced a los pactos con Compromís, Podemos y EUPV. Pero en un contexto en el que el plácido bipartidismo vivido en las últimas décadas (el PSPV siempre perdía, pero era «el otro» partido, y mantenía su cuota de poder) ha quedado pulverizado.
Eso es lo que nos muestra la encuesta del CIS, que otorga entre diez y doce escaños al PP, siete a Compromís-Podemos y Ciudadanos, seis o siete al PSPV y uno o ninguno a EU (en la circunscripción de Valencia). Una encuesta, desde mi punto de vista, demasiado generosa con Ciudadanos, y quizás algo optimista en la estimación con el PP. Algo que, sin ir más lejos, ya pudimos ver en las elecciones de mayo (recuérdese que el CIS auguraba una sólida mayoría PP-Ciudadanos en el Ayuntamiento de Valencia, y le asignaba también una posible mayoría absoluta a esta misma coalición en las elecciones autonómicas). Pero que, en líneas generales, presenta una radiografía precisa de la situación general, de gran volatilidad electoral (un 41% de indecisos) y fragmentación del voto.
Esta situación, en la Comunidad Valenciana, resulta si cabe más interesante, dadas dos circunstancias que compartimos con pocas comunidades autónomas: por un lado, contar con dos circunscripciones (Valencia y Alicante) con elevada población y grandes ciudades, en las que se reparten muchos diputados, con lo que la tendencia al «voto útil» y la concentración de los votantes rurales y de mayor edad (volcados hacia el PSOE y, sobre todo, el PP en estas elecciones, según las encuestas) resulta menos determinante. Y por otro, que en la ecuación entre un partido de ámbito regional, Compromís, en claro auge, que además aparece coaligado con Podemos.
La coalición Compromís-Podemos recibió muchas críticas, sobre todo por parte de los simpatizantes del Bloc, pero -al menos, a la vista de la encuesta del CIS- su rentabilidad electoral parece clara: nada menos que siete escaños (cuatro para Compromís y tres para Podemos), que luego habría que ver cómo podrían cristalizar en un grupo parlamentario. Esta coalición también superaría al PSPV en la provincia de Valencia (como ya hiciera Compromís, en solitario, en las elecciones autonómicas), mientras que Ciudadanos haría lo propio en Alicante. Es decir, que el PSPV acabaría en una posición absolutamente subalterna en la Comunidad Valenciana, que conduciría, a medio plazo, a su sustitución como principal referente de la izquierda valenciana por parte de Compromís-Podemos.
¿Qué efectos puede tener un resultado así en la política de pactos del actual gobierno autonómico? Sin duda, debilitaría la posición del PSPV y del president de la Generalitat, Ximo Puig. Aunque está por ver que un nuevo mal resultado del PSPV tenga efectos drásticos a corto plazo que vayan más allá de la posible entrada de Podemos en el Consell. Es decir: no me parece factible que llevase a un adelanto electoral, en particular si se confirma también la principal tendencia de fondo que augura el CIS: la derechización del voto, que conduciría, muy probablemente, a una mayoría PP+Ciudadanos, tanto en la Comunidad Valenciana como en el conjunto de España. Aunque ya saben que al CIS, últimamente, le gusta mucho pronosticar este tipo de cosas?
