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A espaldas de la política

Ya va teniendo uno a sus espaldas unas cuantas campañas electorales. Así está la espalda, claro. Cualquier día de estos, de campaña, nos diagnostican una hernia electoral o una lumbalgia socialista o un pinzamiento pepero; tal vez una vértebra se haga de Podemos, asalte los cielos (la cabeza) y nos dé dolor de crisma. Expuestos estamos a sufrir también un dolor de cintura de Ciudadanos o a tener que acostarnos del cansancio que nos producen los nacionalistas.

La espalda es muy delicada. Tanto como la política, que está hecha de equilibrios, estrategias, componendas, pactos, puñaladas, ambiciones o traiciones. También hay nobles ideales, claro, si bien estamos esperando poder verlos de cerca antes de morir. Morir de un dolor de espalda o de una embolia en un mitin. Tal vez entonces pondría en nuestro epitafio: «Soportó rechistando cien campañas electorales». Claro que peor sería que pusiera: «Soportó sin rechistar una dictadura sin campañas electorales». En las dictaduras no te duele la espalda de soportar campañas electorales. Te duele la cara de las tortas que te pueden dar en una comisaría o te duele la pierna si te la rompen de una patada. También te puede doler la sien de un tiro. Es curioso la cantidad de Gobiernos del mundo en multitud de países que han matado gente y los pocos que han prometido en campaña que iban a matar gente.

Se deduce de esto que no hay que fiarse nunca de nadie en campaña electoral. La nuestra en curso es la de una saludable democracia a la que no obstante por cumplir ya los primeros añitos de madurez le hace falta un análisis, un par de pastillas, algo de bótox y quizá cirugía. Claro que podría permanecer intacta y potente, bella y funcional sólo con que hubiesen ocurrido dos pequeños hechos: uno, que un importante número de representantes públicos no hubiesen sido tan ladrones, corruptos y trincones y dos, que hubiéramos tenido algún político capaz en los últimos ocho años de sacarnos antes de la crisis y no generar así la indignación (a la baja ya) que se generó. La indignación también produce dolores de espalda, pero los quiroprácticos siempre insisten en que se nade o se baje peso. Nunca dicen que uno rebaje la indignación. Entre las promesas electorales echamos en falta las relacionadas con el dolor de espalda.

Ninguno de nuestros grandes líderes que ahora va a confesar a los programas cómo conquistaron a su pareja, cómo les gusta la sopa de ajo o si usan suspensorio, nos dicen si padecen de la espalda, desconociendo que ese sería el dato que definitivamente los humanizaría. Agarren fuerzas para esta campaña. Piense sobre las propuestas y luego voten. Pero no le den la espalda a ninguno.

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