Hubo un tiempo, cuando mi cabeza era joven y ágil y mi disco duro tenía más gigas disponibles y menos vida gastada, un tiempo en que los recuerdos todavía dejaban huecos libres en el cerebelo para lo trascendente, en que me llegué a conocer, casi de memoria, la Constitución Española. Era fantástico ver juntos tantos derechos y tantos deberes. A los poderes públicos velando por ellos. Ché, mel. Tenía devoción, casi admiración por la ley de leyes. Recuerdo que la repasaba en un librillo que todavía conservo por casa de la editorial Paraninfo. Constitución Española comentada, se llamaba, firmado por Sánchez Goyanes.
Hasta sus páginas viaja mi recuerdo este lunes. Allí está Fraga, todavía joven y erguido, en una fotografía mítica junto a Felipe González, Adolfo Suárez, Tierno Galbán, Miguel Roca y Carrillo, entre algunos otros más, después de firmar algo llamado como Pactos de la Moncloa. Siempre pensé -aunque nunca lo dije- que para que toda aquella banda hubiera llegado a entendimiento, la cosa hispana debía de estar rozando la tragedia.
Aquella situación me recuerda a la actual. Aquellos pactos tuvieron una parte política, pero sobre todo económica. Desde el comienzo de la crisis energética, en el 73, hasta la rúbrica de los pactos en el 77, la actividad económica se estancó en España. Se duplicó el número de parados. La inflación superaba el 14 % y se generó un déficit de 11.000 millones de dólares.
Hoy, otra vez, hace falta pactar. En derechos sociales, por encima de todo. Sobre el modelo territorial, después. Para que los del debate como el de Antena 3 ocupen las páginas del librillo que algún día lea mi hijo, al que ahora voy a duchar.
