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Matías Vallés

De qué hablábamos antes de Podemos

Rajoy ha entregado todo el poder a Soraya, en tanto que Pedro Sánchez se ha limitado a perderlo, Albert Rivera lo ha consolidado y Pablo Iglesias lo ha recuperado. La plegaria final en el debate entre candidatos y no candidatas le ha devuelto la talla mesiánica, que conquistó tras las elecciones europeas. Podemos vuelve a ser un apéndice de su líder, los votos al partido radical surgen de una identificación personal. Con permiso de Errejón, artífice de un discurso rayano a menudo con el esoterismo.

Para calibrar la importancia del partido de Pablo Iglesias a lo largo de la legislatura en que no contaba con un solo diputado, cabe recurrir al experimento teórico de eliminarlo de la ecuación. De qué hubiéramos hablado estos años si no existiera Podemos, de qué hablábamos antes de su nacimiento. La polarización española ha olvidado al anodino Rajoy, para centrarse en la adoración o la repulsa al candidato con coleta. Su irrupción modificó incluso los pilares geopolíticos. Venezuela se convertía en la dictadura de moda, China y Arabia Saudí eran democracias ejemplares. Como todo el mundo sabe, los gobiernos chino y saudí están dispuestos a entregar el poder en unas humildes elecciones, tal como acaba de ocurrir con la indescriptible tiranía de Caracas.

Ciudadanos no hubiera sido factible sin Podemos. La labor de ariete de Pablo Iglesias obliga a la derecha a mostrarse tolerante con un señor que se llama Albert, y que se ha convertido en el primer catalán que llama a las puertas de La Moncloa sin pretensiones de vender una remesa de telefonillos.

Los profesores de ciencias políticas migrados a la praxis han influido o contaminado el discurso de todos los partidos políticos. El resumen de Soraya establece que «el PP está en condiciones de llevar a cabo las propuestas de Podemos mejor que Podemos». El mensaje de Iglesias ha permeabilizado el país entero. La precariedad original de Podemos se advierte repasando las sedes marmóreas de PP y PSOE, pagadas en el primero de los casos con fondos oscuros. A partir de una liviana estructura, la formación radical ha colocado diputados en todos los parlamentos autonómicos constituidos desde su aparición. Rajoy intenta contraponerle la veteranía, pero Felipe González dictaminó que un presidente del Gobierno siempre se improvisa. La bisoñez que se reprocha a Iglesias hubiera servido para descalificar a Obama en las elecciones a la Casa Blanca de 2008, pero ni un día más.

Los cuatro partidos decisivos del 20D se dividirán entre quienes pueden moldear el país entero, y quienes han de amoldarse para participar en la gobernación. Podemos ha tenido que compartir con Ciudadanos el entusiasmo que suscitó. Nadie puede asegurar que ambos partidos mantengan su configuración actual, y su evolución ideológica dependerá de sus votantes interactivos, porque la mitad de los suscriptores de formaciones emergentes son usuarios de las redes sociales. La pregunta inconfesable que la población efectúa a los candidatos es: «¿Tiene la ambición suficiente?». Iglesias parpadeó un instante, y casi se despeña. Ha vuelto.

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