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Peluquería en directo

En los pasados debates nacionales encontraba algo raro. Una sensación de levedad, de irrelevancia, de ligereza. Hasta que me bajó a la boca la palabra: tertulia. No eran debates, eran tertulias, o sea, la versión pública de lo que eran antes las de café, donde los reunidos «arreglaban el mundo». Caí en la cuenta de que lo que había al fondo era justo eso: todos sabían que lo que allí dijeran o arreglaran tenía la grata inconsistencia del humo y no serviría de gran cosa, porque el poder de decidir estaba en otra parte, en este caso en el FMI, el BCE, la CE; o sea, la autodisuelta pero nunca ida troika, que al final es la que dirá lo que hay que hacer, y cortará cabello a cada parroquiano al 0, al 1 o al 2 (no menos), dejando libres cuatro pelos para que cada tertulia nacional dé el look con laca y gomina: tupé, flequillo, crestas. De hecho tod@s tenían la respetable pinta de peluquer@s.

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