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Tentación nacional

El ayuntamiento de Arlès tiene el culo gótico y un frente neoclásico abierto a la plaza de la República. Allí estaba instalado el centro de seguimiento de otras elecciones regionales que también ha ganado Marine le Pen. Unas regionales francesas que, normalmente, serían ocasión de proveer unas cuantas alcaldías (la mitad del censo se abstuvo) son importantes si subrayan una tendencia sostenida. En el telediario de la noche, Le Pen, la fascista con mechas, fue entrevistada por una presentadora que me recuerda a una actriz, tal vez la Binoche, ahora no caigo. Era el tipo de entrevista que se reserva al ganador del Tour.

Marine le Pen fue muy hábil (tiene la desenvoltura simplificadora de una Rita Barberá) para presentar a todos sus adversarios como integrantes del frente del miedo, saco de vientos o caja de Pandora cuya tapa gobierna, supuestamente, la chica del Frente Nacional. Es atribuirle mucho poder y ella, claro, está agradecida. Se equivocará quien la considere una boba. Sabe adaptarse al debate democrático y hasta gozar del tesoro de cortesía acumulado por los hábitos republicanos. Algún politólogo „qué palabra más fea, Dios„ anglosajón ha dicho, por escrito, que Francia aguantaría sola perfectamente. Pero ya podíamos despedirnos de Europa.

Y Francia ya está harta de que su único horizonte inmediato sea salvarse a sí misma, otra vez. En lugar de la dama en apuros, le gustaría ser otra cosa más estimulante, para variar: el chico de la película, por ejemplo. Si la sociedad se separa en fragmentos cada vez más inconexos y pobres y la riqueza prometida alcanza a unos pocos, si su tradición igualitaria se diluye y el candidato socialista promueve cruzadas y, como aquí, siempre es más tonto que el anterior (Ségolène Royal, que parecía la lista de la clase, ahora no se lee los decretos que firma, según Le Canard), si Bruselas siempre recomienda la misma medicina, y siempre amarga, entonces Le Pen puede ganar con su discurso nacionalista. Francia tiene vino, megatones, técnica y conocimiento para aguantar unas cuantas glaciaciones. Y los electores quizás quieran probar.

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