Notables filólogos y académicos discuten sobre el sintagma «lenguaje político». E. Coseriu advierte en una obra de idéntico título sobre la imposibilidad de lenguaje político alguno, pues, a lo sumo, habría que referirse a «usos políticos del lenguaje». Sin ahondar en tal disquisición, uno deduce que los políticos articulan una sintaxis y gramática inusitada, casi siempre paralela a la de la ciudadanía, habituada al pan, pan y al vino, vino. Supongo que la génesis de este pragmatismo lingüístico obrero recae en Belén Esteban y sucedáneos, quienes, de algún modo, guillotinan el arte de la retórica que otrora encabezó Aristóteles. El célebre filósofo sitúa la virtud en el término medio entre dos vicios, así que, el lenguaje político actual -exista o no- oscila entre el discurso armonioso de Pericles y la contaminación acústica de Sálvame.

Digo esto a colación de una charla informal con mi amigo Yuri Aguilar, vecino de Catadau y candidato al Congreso de UPyD por Valencia. Es lógico que siendo graduado en Ciencias Políticas utilice su ingeniosa artillería lingüística política. Le pregunto por un exmilitante y me confiesa que abandonó el partido por «diferencias orgánicas». Servidor sólo conocía diferencias políticas, morales, económicas, religiosas o psicológicas, incluso gastronómicas, pero, ¿orgánicas? Hago hincapié en este enigmático concepto. Suena bien, pero, ¿qué dice? Ya saben que los usos políticos del lenguaje, como las pistolas, los carga el diablo. El caso es que, detrás de tal expresión -diferencias orgánicas, Dios mío- se abriga esta sencilla historia: un miembro de UPyD sólo admitía como dirigente a una determinada compañera. Cuando ésta perdió en el congreso desapareció el susodicho. Mi mente (muy dada a las conjeturas) articula un novelón a partir de esta anécdota: dimes y diretes, puñaladas, traiciones e incluso alguna historia oculta de pasión. Queda claro que, tras el eufemístico «diferencias orgánicas», podría esconderse un cúmulo de dramas sin parangón.

Lástima que los políticos tiendan a lavar la ropa sucia en su sede. A Rosa Benito le ha ido mucho mejor compartirla con todos nosotros, de ahí que, sin quebraderos de cabeza ni Ciencias Políticas que valgan, ganaría las elecciones gracias a su lenguaje popular. Los usos políticos del lenguaje son inescrutables.