Observando el panorama político actual, nos encontramos con una situación harto compleja que puede llegar a preocupante, incluso, para un número importante de ciudadanos de este país. En este sentido, llama la atención el alto índice de indecisos que presenta la encuesta del CIS. Nada menos que el 41,6 %, indecisión que se refiere a quién votar, pero no en cuanto a su voluntad favorable de acudir a las urnas el 20D. Este dato, a poco versado que se pueda estar en cuestiones de estudios preelectorales, puede dar una idea de las expectativas y confusionismo creado con la aparición de los nuevos partidos situados tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político nacional. Es decir, de Podemos, a cuyo frente se encuentra Pablo Iglesias, y de Ciudadanos, con Albert Rivera. Y para completar el cuadro, hay que otear el horizonte de los partidos del bipartidismo, PP y PSOE, junto al declive, quizás imparable, de IU, con Garzón a la cabeza, y la desaparición (presunta) de UPyD.

El hartazgo y saturación política que han producido en el electorado los dos últimos gobiernos del bipartito, PSOE y PP, y sobre todo este último, por ser el más reciente; ha sido de tal calado, que la ciudadanía, ha decidido en las elecciones europeas y municipales-autonómicas recientes, castigar a ambos por considerarlos responsables, con acierto, dicho sea de paso; de los tremendos perjuicios ocasionados a la población en general que depende de un trabajo y de un salario, tanto por la pérdida de éstos como por los recortes de derechos sufridos de toda índole. El castigo ha consistido en la prioridad absoluta de sacarlos de las instituciones, situando en segundo plano quienes fueren los sustitutos. O lo que es igual, dando prioridad absoluta a la salida de los responsables directos del estado de postración y rabia en que se ha situado a este amplio y fundamental sector social.

Ahora, sin que se hayan olvidado las graves ofensas económico-prestacionales ocasionadas por los gobiernos del bipartito, tras la recuperación macro económica que se viene detectando, y pese a la precariedad enfermiza que ha ocasionado la reforma laboral del gobierno del PP, que ha situado en la pobreza absoluta o casi, no solo a los parados de larga duración, sino, incluso, a quienes trabajan con los inadmisibles contratos temporales basura; la cuestión ha cambiado. Y ello pese a que algunos voceros políticos, sigan banalizando la llamada cuestión territorial de España. En estos momentos, el grave problema creado por los independentistas catalanes, va a influir en estas elecciones y, lógicamente va a beneficiar a quienes defienden la unidad del país sin ambages, frente a los tacticistas del derecho a decidir (como Podemos) y los ambiguos del federalismo asimétrico (como el PSOE). Lo que afectará directamente a este porcentaje de indecisos que contempla el CIS, y no precisamente a favor de la izquierda individualista y filonacionalista; con la consiguiente frustración del cambio necesario. Y si no, al tiempo.