En la primera década del siglo XVIII, España era un imperio gobernado por Felipe V (primer Borbón), quien estaba enfrentado por el trono a su familiar, el archiduque Carlos (Austria), en la fratricida Guerra de Sucesión (1701-1713). Colombia formaba parte del Virreinato del Perú (1542-1717), en el que estaban integrados, entre otros territorios que son hoy países hermanos, también Argentina, Urruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Panamá. Inglaterra formaba parte del reino de Gran Bretaña e Irlanda y estaba gobernada por Ana I (Estuardo), quien apoyaba al archiduque y, por lo tanto, la Armada inglesa era enemiga de la española.

El 8 de junio de 1708, el galeón San José, nave capitana española, fue hundido por el buque inglés Expedition en las costas colombianas, cerca de Cartagena de Indias, entre las islas de Barú y del Rosario. Según las leyendas que a lo largo de más de 300 años se han ido tejiendo „versión garciamarquiana incluida„ en las bodegas del San José iban unas 200 toneladas de oro, plata y piedras preciosas (en especial esmeraldas), que habían sido embarcadas en Panamá y Cartagena. Un tesoro „evaluado entre 1.500 y 15.000 millones de euros„ a ser completado en La Habana para traer a Cádiz, que era custodiado por más de 600 marinos de los cuales, al parecer, solo hubo una decena de sobrevivientes.

El presidente colombiano Juan Manuel Santos Calderón confirmó hace poco más de una semana el descubrimiento del pecio (logrado a comienzos de los 80 del siglo pasado por una empresa norteamericana cazatesoros) y proclamó que era patrimonio de los colombianos, apelando a su ubicación y a la legislación nacional sobre protección de patrimonio sumergido (de 2013). Yel ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, respondió que era patrimonio de los españoles porque el barco era ídem, había sido hundido en acción de guerra y los más de 600 muertos merecían un respeto.

Admitiendo que los ilustres tocayos tienen razón, pero no toda, me permito compartir unas ideas en sustentación de una propuesta de hermanamiento entre Colombia y España, en torno al tesoro josefino (el que se encuentre si aún está), a ser abordado por la ministra colombiana Mariana Garcés Córdoba y la ministra o ministro de Cultura de España del Gobierno que salga de las urnas en las elecciones generales del próximo 20 de diciembre. Sea lo primero decir que si los muertos del San José merecen respeto, también lo merecen los millones de hombres y mujeres que perecieron en el brutal expolio de las comunidades indígenas y explotación de las minas del Potosí, Muzo y otras tantas a lo largo y ancho de América, por esclavos/as traídos/as desde su África nativa, en uno de los fratricidios más espantosos de la historia humana.

Lo segundo, que si los muertos de uno y otro lado merecen respeto, más lo merecen los vivos, en especial quienes lo están pasando mal, sea por los efectos del conflicto armado en Colombia o por los recortes en España, y, en ambos casos, por la desigualdad producidad por un capitalismo en feroz y depredadora fase neoliberal y especulativa. Y lo tercero, que una vez se haya analizado con rigor y transparencia el tesoro en superficie y acordado las piezas que irían a sendos museos cartageneros, se fundan los lingotes para crear un fondo de codesarrollo iberoamericano que, con uso intensivo de energías renovables, aplique innovación social de verdad, o sea, para una economía a favor de las personas y en defensa de la vida y del planeta. En Colombia tiene la palabra la ministra estrella del gabinete del presidente Santos. Y en España, los ciudadanos y ciudadanas que votemos (o no) el 20D.