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La mala letra

Poseído por la rabia y la indignación, un conocido me narraba el otro día cómo la profesora de su hijo le había advertido seriamente de la necesidad de que el pequeño mejorara su caligrafía ya que corría el riesgo de que, en el futuro, nadie, pero absolutamiente nadie en el mundo, le entendiera. Esta aseveración me provocó, no lo negaré, una gran inquietud y mientras el padre de la criatura parloteaba sin cesar, mi mente no tuvo otro remedio que desdoblarse y volar hasta la proyección de lo que sería ese niño incomprendido ya hecho hombre en un futuro sin duda atroz para él. Le vislumbré encorbatado y en un gran despacho, cubriendo páginas y páginas en blanco con los trazos de un código descifrable para él pero ilegible para el resto de la humanidad. Sentí su angustia, años antes, llenando sin cesar currículums estériles ya que nadie accedería jamás a sus múltiples virtudes y saberes, y también el profundo desazón al comprobar que ninguna de las vibrantes cartas de amor que enviaba a sus amdas obtenían respuesta.

Manchando negro sobre blanco, durante su rebelde juventud realizó pintadas llamando a revoluciones imposibles (no por los valores, ciertamente nobles, sino por la imposibilidad de transmitir su mensaje al respetable) y desde bien joven aprendió que, para sobrevivir, quizás era mejor copiar a los demás que ser original. Por ello, pasó primaria, secundaria y la universidad plagiando vocales y consonantes sin ningún sentido para él pero perfectas y oficialmente aceptadas por la autoridad competente.

En ocasiones, echaba de menos su personal trazo y salía del anonimato de la caligrafía oficial del móvil y del ordenador y se explayaba feliz en su identidad real, rara, desigual, quizás incomprensible, y se saltaba renglones y sangrías por doquier en la intimidad de su hogar. A veces, también, oía en susurros a su vieja maestra y, lejos ya del rencor por sus infaustos designios, con su extravagante y peculiar caligrafía ya no le salía nada más que escribir un inmenso, acaparador e incomprensible gracias.

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